…un buen álbum, por encima de la media nacional entre los publicados durante el año en curso pero… los discos de estudio, al menos los que publicaron entre 1989 y 1995 estaban en una dimensión mucho más impactante y estratosférica...
Supongo que a estas alturas se ha dicho ya todo -o casi todo- sobre «La otra vida«, máxime teniendo en cuenta el boom mediático que actualmente acompaña a los Cero. Quién lo iba a decir cuando en otros tiempos era una banda de culto y sus fans éramos alrededor de ‘2000 locos’. Por eso intentaré evitar lo de la consabida y ya célebre locución de «justicia poética», la que se gestó a partir de ese caso atípico e infrecuente que fue la «Maniobra de resurrección» en el 2016 y me limitaré casi exclusivamente a las nuevas canciones.
Nos remontamos primero al momento en que asomó «Vengo a terminar lo que empecé«, la elegida para promocionar inicialmente este álbum, con intensos debates de fans en las redes sociales y opiniones dispares, apasionadas, exaltadas… Hubo (o me pareció) tanto con esa canción que desde ese instante decidí contagiarme lo mínimo posible, tan solo un par de amiguetes que cataron el álbum con mucha premura y celeridad. Del susodicho primer corte podríamos decir que estamos ante un tema que gana muchísimo si se deja reposar tras las primeras audiciones, a medio camino entre «El baile de la desesperación» y el último álbum en solitario de José Antonio García.
Ya metidos en vereda llegamos al que me parece es el triunvirato del disco que nos ocupa, con todo el sello de los últimos tiempos de Lapido. «Naves que arden« posee alma, melancolía e intensidad a través de una letra que circula entre la inseguridad del amor y del desamor. En esa dirección lírica prosiguen unas «Mañanas de niebla en el corazón« que no desentonarían nada en «El alma dormida» del grandmaster granadino, y «Leerme el pensamiento«, melodía pegadiza y de estilo muy americano.
En la zona media decrece la súbita emoción de este retorno con un energético «Condenado« y con el pop-rock demasiado dulzón de «Por el camino que vamos«. Después regresa la hora de los lamentos con la honda y penetrante elegía «Una sombra« hasta arribar a una de las piezas clave, «Al final«, que con ese toque fronterizo de la armónica me evoca a la inolvidable «Canción del espantapájaros».
Cierra uno de los cortes más rocanroleros sobre el amor que se va quemando («Dejarlo morir»), mientras que aviva el fuego de los recuerdos «Soy el rey«, balada donde coge protagonismo el majestuoso piano del incorporado Raúl Bernal.
En líneas generales me parece un buen álbum, por encima de la media nacional entre los publicados durante el año en curso pero, aunque sea una alegría este retorno, aunque sean odiosas las comparaciones o aunque Lapido dijese en una entrevista que no se puede competir con la nostalgia, el que suscribe no puede evitar el recuerdo, el sentimiento y la valoración de que los discos de estudio, al menos los que publicaron los granadinos entre 1989 y 1995 estaban en una dimensión mucho más impactante y estratosférica. Será por la nostalgia de aquella otra vida, será por la realidad del presente o simplemente será una opinión subjetiva sin ánimo de ser compartida.
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En lineas generales estoy de acuerdo. Será la nostalgia o no, pero aunque las comparaciones sean odiosas este buen disco no termina de llenar apetitos voraces como el que tenemos algunos.
Abrazos.
No es nostalgia en absoluto, la nostalgia es otra cosa. Quizá dejándolo reposar se le pueda encontrar algo más, sentimientos. Pero a día de hoy, es lo que hay. La brevedad de la reseña es la mejor prueba de ello. Quizá esperábamos demasiado
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Tormentas Imaginarias es el mejor álbum de la historia del rock en español. Nadie, (ni siquiera ellos mismos) espera tan siquiera igualar esa colección de canciones.
Pero yo creo que nunca nadie ha retornado tras 25 años con un álbum tan redondo, para mí mejor que 12 canciones sin piedad o todo lo que vendrá después, que son de la época de explendor a que se refiere el artículo.
Esto ha sido un golpe sobre la mesa del decadente panorama nacional en el que impera el indie del malo