Se hizo esperar, pero finalmente Rafael Berrio actuó en Bilbao.
Noche de embrujo, literatura y canciones que miran en tantas direcciones como artistas del sentimiento y la introversión han poblado el mundo de la música contemporánea…
En estos tiempos que corren, presenciar en directo algo con la exclusiva intensidad musical y la fina y lírica literatura que encierra la música del donostiarra Rafael Berrio no es cosa fácil.
Ayer lo pudimos disfrutar unos cuantos elegidos y afortunados mortales en la kutxa beltza bilbaína, en lo que fue una de esas idílicas ocasiones en las que no resulta sencillo para el cronista discernir las diversas partes dignas de análisis que se concentraron en tan magno acontecimiento.
La visita de Berrio tenía además el añadido de que venía acompañado de su banda, lo que supone un plus de intensidad y electricidad, que acerca la poética del autor de «Diarios» al pozo underground del más íntimo Lou Reed, lo que se hermana con esa consabida inspiración en cuanto a rimas y adjetivos que le enfrenta a referencias como Leonard Cohen.
Se presentaba (por fin) en Bilbao el excelente «Niño futuro», último disco del protagonista, del que ya hemos hablado en esta bitácora (pinchar) y que finalmente se expandía por entre los muros del edificio de San Vicente.
Pero antes de referir algunos de los temas e instantes que hicieron del recital uno de los momentos culminantes del año en curso, en lo que a conciertos se refiere, es obligatorio mencionar la grandeza de una banda que transmite con sus sonidos todo lo que de intangible encierran las ‘complicadas’ coplas de Rafael Berrio.
Teclas (Paul San Martín), base rítmica (Fernando Neira/Carlos Aranzegi) y la privilegiada guitarra de Joseba Irazoki consolidaron un clima y atmósfera sónica al evento de una enjundia que combinó sin dificultad lo íntimo con lo tormentoso, lo recogido y vaporoso con la espiral eléctrica de lo (casi) experimental, un lujo.
Y precisamente el tema que titula su último trabajo abre la velada, sonando la versión del disco por la megafonía hasta que la banda toma el escenario para dar el relevo a la grabación discográfica y terminar el propio Berrio entonando las últimas estrofas.
Continúa con temas del referido álbum postrero: «Abolirel alma» y «Las tornas cambian», el inicio del concierto amarraba las voluntades generales al sonido y a los versos, y la noche vira hacia el pasado, remontándose primero a 2004 con «Algo delicado y difícil» que inicia un recorrido por temas de pretéritos trabajos como «Ai ai ai», «Arcadia en flor», «Se libre, se mía», «Somos siempre principiantes», «Como Cortés» o «Mis ayeres muertos».
Vuelve «Niño futuro» para hacerse con el justo y comprensible protagonismo: «Dadme la vida que amo», «Tu nombre», «Mi álbum de nubes del cielo», «Considerando»…
Llegaba el momento de la despedida y antes de la vuelta al pasado para cerrar el evento con «No sólo amor (del aire también se vive) » , escuchamos una versión en solitario de la sobrecogedora «El mundo pende de un hilo», en lo que será posiblemente el escaparate que mi memoria ponga ante mi cuando quiera rememorar en un futuro la noche de ayer.
Noche de embrujo, literatura y canciones que miran en tantas direcciones como artistas del sentimiento y la introversión han poblado el mundo de la música contemporánea. Reflexión y belleza, crudeza y alma en lo que sin duda fue otra gran noche de rock and roll.
Bandcamp de Rafael Berrio: https://rafaberrio.bandcamp.com/
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