Folk de guitarra y voz, del Greenwich Village a Laurel Canyon, con unos pocos acordes y unas letras realmente ingeniosas es capaz de construir imágenes de bella estampa no excentas de sus dosis de crítica social…
Su música es de otro tiempo, pero la joven Katie Blount es de la generación del «home studio», su filosofía es la independencia total, ella se ha producido el disco en su casa y edita sus vídeos oficiales a partir de imágenes con licencia libre que va encontrando por la red, incluso se compró por ebay un paraban médico de segunda mano para hacerse su cabina de grabación.
No os diré que hacen falta algunas escuchas de más para poder adentrarse en sus surcos pues con los primeros compases ya sabrás si te gusta o no te gusta, no hay secreto en su propuesta.
En mi caso ha sido un flechazo instantáneo, una de esas veces que presiento estar delante de una artista que voy a seguir y de la que no me hace falta mayor argumento ni justificación para que su música me entusiasme hasta la médula. En estas latitudes sonoras acústicas me pasa con muy pocos artistas, pongo por caso Joan Baez, y es que salvando las distancias, imagino esta portada entre mis viejos vinilos de folkies y damas de la canción y para nada me desentona.
…me lleva a recordar a grandes del folk como la primera Joni Mitchell, la madura Joan Baez post-Village, al John Martyn de las historias de amor rotas, incluso al Phil Ochs más poético y melodioso.
Del Greenwich Village a Laurel Canyon, de «Dark Water» hasta «Orion Sky» son tan solo nueve sencillas canciones a guitarra y voz y algún detalle más de suaves baterías y tímidas secciones de cuerdas. Katie Blount es capaz de construir imágenes de bella estampa con unos pocos acordes y unas letras realmente ingeniosas que parten de sentimientos muy personales, es el caso de «Shadowlands» donde se apoya de cello, batería y una armónica que garabatea con nostalgia sus notas.
No excenta de sus dosis de crítica social como en la maravillosa y favorita «The Alchemy of Modern Times», para mi la gran canción de este disco a degustar junto al collage visual también de su puño, otra es «The American Song», una tonada inspirada en un viaje en tren que hizo por los EEUU que parece rescatada de la sabiduría popular. Este disco es una joya, con que elegancia y con que sencillez interpreta «Tap Dancing To The Blues», los giros melódicos de su voz son genuinos, que delicatessen «The Lost Conversation» y como la armónica básica estilo primer Dylan te encoge cuando aparece. Me lleva a recordar a grandes del folk como la primera Joni Mitchell, la madura Joan Baez post-Village, al John Martyn de las historias de amor rotas, incluso al Phil Ochs más poético y melodioso. Un disfrute.
Por Chals Roig
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