Reseña y crítica de ‘Trance’, álbum publicado en el 2021 por Paul Zinnard.
…es la entrada a un mundo muy personal de emociones y sentimientos, por un valor seguro de calidad que persiste en el conglomerado de sonidos americanos que le identifican, desde Dylan, The Band o Neil Young a Tom Petty, Wilco y Cracker…
Carlos Oliver, más conocido artísticamente como Paul Zinnard, es un auténtico veterano, con una trayectoria sólida, brillante, llena de talento aunque solamente es conocido y reconocido entre minorías selectas.
Sus comienzos datan de finales de los noventa con The Bolivians y durante la década 00 con The Pauls. Fue a partir del 2010 con la publicación de «Songs for hatred and remarse» cuando comenzó a desarrollar su admirable carrera musical en solitario desde la más absoluta independencia y siempre a través del sello discográfico Two Mad Records, adquiriendo la saludable costumbre de lanzar desde entonces un álbum cada dos años: «Orbit one» (2012), «Clear cut and rude» (2014), «Back door bullets» (2016) y «Songs for a better past» (2018).
Es en el presente 2021 cuando el mallorquín afincado en Madrid ha roto el patrón de los bienios a nivel de álbumes, aunque, todo sea dicho, tanto en el 2019 como en el 2020, no faltó suculento material como, respectivamente, los excelentes EP’s «Superfin« y «Superfin II«.
En este sexto disco «Trance« su voz y su guitarra están acompañadas de una banda selecta, la formada por Willie B Planas (piano y órgano Hammond), Patricia De Velasco (guitarra eléctrica y coros), Miguel Morell (bajo) y Cristian Chiloé (bateria y percusiones, además de técnico de sonido y principal encargado de las mezclas).
Las tres canciones que sirvieron de anticipo hicieron presagiar otro episodio de pericia y aptitud. Dos de ellas sobre situaciones entre amantes que pueden surgir en un momento determinado, como «I wish i could’ve loved you more« y como «Some kind of secret love«. En «Into your room«, más dinámica y con mayor aproximación al rubio de Florida e incluso a Mark Knopfler, la letra es bastante dura, sobre todo en la parte final, entre notas de despedida y una pistola que hace sospechar un suicidio.
Tras ellas llegó por fin «Trance«, un trabajo que por todos sus poros respira humildad, sinceridad y entrega, muy bien elaborado a nivel compositivo, lírico y de arreglos instrumentales. En su mayor medida fue gestado durante el período del confinamiento más duro por el Coronavirus en el pasado 2020. Y, sin duda, es de esos discos que crecen ostensiblemente para el oyente a través de sucesivas escuchas y de los que se puede afirmar, sin riesgo a equivocarse, que envejecerá muy bien.
Por cierto, aprovecho para destacarlo. Pocas veces he leído una nota promocional tan interesante. Se inicia con dos espléndidas citas:
«Creo que la mayoría de los músicos buscan la verdad». John Coltrane.
«No he entendido un compás de música en mi vida, lo he sentido». Igor Stravinsky.
Del resto de material «I was a boy« es de mis favoritas, con esa visión de un chaval que intenta comprender el mensaje de sectores ultranacionalistas que alientan el odio, una canción atemporal pero que adquiere especial relevancia en estos tiempos que estamos viviendo.
Más. «Satisfaction« es la fascinación por algo que conmueve, mientras que «My son» es una balada estratosférica, con un gran poso de tristeza al versar sobre un emigrante que, mientras trabajaba recogiendo fruta, muere de un golpe de calor.
Nos queda «Now i know« y las justificaciones para cometer actos perversos, «Underneath the sun« y los recuerdos de la verdadera patria, la infancia. Y en la recta final «Lovers go mad«, balada que recoge la imaginativa sensación de unos amantes que aspiran a tener una relación apasionada, de película, de rompe y rasga, y «Upside down«, la más optimista con el amor a través de una mirada y un guiño que se cruzan.
Sí, «Trance» es la entrada a un mundo muy personal de emociones y sentimientos, por un valor seguro de calidad que persiste en el conglomerado de sonidos americanos que le identifican, desde Dylan, The Band o Neil Young a Tom Petty, Wilco y Cracker. Una gozada entrar, sin convulsiones ni efectos paranormales, en este trance.
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Excelente disco de principio a fin! Adictivo ese piano en «I Was a Boy».