Reseña y crítica del álbum ‘Shed skin’ de la banda madrileña The Dirty Browns.
…un auténtico manjar de country alternativo o de ese género conocido como Americana, y que a través de su personal enfoque nos puede evocar nombres como Son Volt, The Sadies, Giant Sand, Steve Earle, Drive-by Truckers…
Este debut en el mundillo musical del sello granadino Sweet Mary Records, tan afortunado y prometedor, es lo que podría definirse como comenzar con buen pie.
Y es que ocho años después de «Goatman said everything ok» nos llega por esa vía «Shed skin», el segundo álbum de los madrileños The Dirty Browns, un auténtico manjar de country alternativo o de ese género conocido como Americana, y que a través de su personal enfoque nos puede evocar nombres como Son Volt, The Sadies, Giant Sand, Steve Earle, Drive-by Truckers…
Con aires esteparios y áridos sirve de arranque fronterizo «Borderline», donde entre niños, mujeres… nos introduce en conjuntos de seres humanos que, atrapados en esas líneas que marcan los mapas para separar a las personas, sienten que se desvanecen los sueños y las esperanzas.
En ese estado de pérdida, de derrota, de pánico, de enfermedad, de fiebre, de depresión, de rendición… brillan, dentro del que fue el primer single «Isolation«, las poderosas guitarras de Ángel Gonzalez y Pepe Hernández junto a la rasposa voz de Joe Lapose, la persuasiva línea del bajo y batería por Kans Kenny y Oil Zimmerman y el encubierto protagonismo del órgano a cargo de Gonzalo del Valle Inclán.
En lo que fue la segunda avanzadilla «Don’t let us down« se produce cierto giro. Digamos que más Petty, más Cracker, más Byrds… más optimista al cantar al sol de la mañana, a la noche nublada que da paso al nuevo día. Ese aliento más eufórico y crepuscular se torna más eléctrico en «Can’ you feel it coming».
En una orientación más pasional, «She walks» se postula como la declaración de un enamorado. Su forma de caminar, de besar, de parpadear, de mover sus caderas… deriva en el dylaniano medio tiempo «Down on you», para llegar hasta sus labios.
Con el motor rugiendo para surcar un largo camino que queda por recorrer, llega «The long way», antes de rematar el álbum con ese himno rocanrolero y más stoniano que es «Nobody knows you», bajo la lumbre de un cigarrillo que ilumine la carretera de la vida, en una especie de rueda existencialista, la de por ejemplo volver al principio y que «Shed skin» comience en bucle otra vez a sonar.
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