The Bevis Frond celebran sus treinta y cinco años en la industria con un disco doble.
Siguen, como no podía ser de ora manera, practicando un rock alternativo con las guitarras como principales protagonistas en el apartado sónico…
A pesar de no ser demasiado conocidos por estos lares, la formación británica The Bevis Frond lleva la friolera de treinta y cinco años dando la batalla en el mundillo musical, y siempre ofreciendo productos de calidad y enjundia.
Con el veterano y siempre talentoso Nick Saloman, cantante, guitarrista y compositor de más que demostrada competencia, el grupo celebra tan meritoria efeméride con un disco doble titulado «Little Eden» del que vamos a desglosar algunas opiniones aquí y hoy.
Recopilan en este extenso disco una muestra de los sonidos que les han sido característicos a lo largo de los años y que han dado carta de naturaleza al estilo e idiosincrasia del grupo.
Siguen, como no podía ser de otra manera, practicando un rock alternativo con las guitarras como principales protagonistas en el apartado sónico y prestando un especial mimo en la construcción de melodías, tanto es así que esta cualidad acerca en parte su estilo a un rugoso pop de guitarras, aunque siempre desde una órbita en la que el rock termina ganando la partida por carácter y vocación.
En el universo inspiracional de Saloman perviven sonidos setenteros que nos hacen mirar a la lírica robusta propia de Rory Gallagher, también efluvios americanos que parecen extraídos del Neil Young más eléctrico, aunque con menor ferocidad que este; alguna coordenada ochentera rescatada de la cola del cometa del Paisley Underground que sobrevoló el firmamento del rock en aquellos mediados ochenta e incluso se puede percibir algún efluvio, profético en su día, de algunas de las notas distintivas de la música de los finales de los ochenta y noventa.
Sirva como ejemplo de lo expuesto el primer single del disco, de título homónimo, aparecido hace unos meses y que en su día presentamos en el Exile.
El disco se alarga hasta superar la hora y veinte minutos de duración, metraje repartido en veinte canciones en las que manda una diversidad uniforme, que si bien no peca de grandes momentos de bajón, este escriba opina que Saloman y sus chicos han perdido la oportunidad de construir un elepé con diez o doce temas que con la misma diversidad comentada y un eficiente equilibrio, resultaría más fluido y coherente, cierto que es una impresión particular que no tiene porque ser tomada como una afirmación categórica ni mucho menos.
En cualquier caso, no debería perderse ningún buen aficionado coplas de tanta solvencia como la explosiva «Everyone rise»; la rockosa y soberbia «And away we go»; la popera y vivaz copla sixtie «Brain fatigue»; la extraordinaria y favorita personal «You owe me«; la brillante tonada con base acústica «They will return» o la impulsiva y estupenda «Find the mole» por nombrar algunos indicativos que hacen que el disco arranque como un auténtico trueno.
Los años pasan y ponen a cada cual en su sitio, esta no es sino otra mentira más que repetimos con asiduidad, tal vez para mitigar penas y frustraciones, dejando al albur del destino la realización de la tan cacareada justicia divina, conscientes en el fondo, de que esta es otra de las muchas palabras pomposas que encierran una utopía más.
Ojalá algún día bandas tan nobles y valerosas como The Bevis Frond rompan de una vez por todas con la pantalla de acero que separa la justicia de la utopía, de momento seguimos teniendo sus discos tras treinta y cinco años de música, y en el Exile, eso es algo que nos importa.
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Perfectamente expuesto, Jorge. Si hubiera justicia Saloman y los Bevis Frond serían ampliamente reconocidos. Es doble pero cada vez me gusta más. Una de las maravillas ocultas de este año. Abrazos.
Ha sido además un disco que según avanzaba el año me daba cuenta de que seguía sonando, cosa que yo siempre valoro mucho. Entiendo que no ha recibido el debido reconocimiento, pero así son las cosas.
Abrazos.
MOlaaa!!!!
Los ficho para proximas escuchas!!!!!!