Crítica y reseña de ‘Songs for mystic lovers’, álbum de Darren Joseph Anderson.
…una obra profunda que pretende hallar la pureza del amor más místico y tántrico entre el jangle-pop, el folk y el blues.
Viene siendo habitual que, cuando se aproxima el final de una añada, aparezca algún artefacto sónico que me llame considerablemente la atención. En este ocaso del 2021 ha sido Darren Joseph Anderson, un británico de Sheffield que lleva instalado en Granada desde hace ya más de quince años.
Darren, más conocido por su banda Sunset Riders, ha iniciado la tarea de impulsar un proyecto más personal donde sus composiciones, su voz y su guitarra están escoltados por Javier Cantudo a la batería, Javi Rodríguez al bajo, Tony Molina a la guitarra, Alberto Ávila a los teclados y Aroa Sánchez con los coros vocales. A tener en cuenta que el disco va a estar promocionado al unísono por varios prestigiosos sellos independientes, como Sweet Mary Récords, Lucinda Records, KOTJ Records y Hurrah! Musica.
Por supuesto hay que destacar los singles previos donde saltaron las alarmas, las dos avanzadillas que hicieron presagiar un “Songs for mystic lovers” con solera y con sustancia. Y es que indudablemente “Sparrows”, con ese toque tan Morrissey/ Smiths en que bailan gorriones y brillan reflejos, miradas, cabellos, sonrisas y hasta silencios, como la más rocanrolera y ardiente “Black Alhambra night”, son dos de los principales bastiones de este trabajo discográfico.
Si nos vamos al inicio, brota el misticismo protagonista con “Beatrice”, cual si llevase una vida ascética, de profundo interés por el conocimiento interior para hallar la verdad y el fuego del paraíso, tomando como referente los ojos de ella. En cierto modo esa pieza me parece que conecta bastante después con “See Christ’s bloody hands”, aunque esta última suene más a lamento o desgarro.
Seguramente otra melodía que adquiere mayor relevancia por su contenido sea “Alchemy and mysticism”, una maravilla cargada de amor para los días que salieron mal. Con un toque más fronterizo, “As i lay cryin” es pura fantasía, ideal para superar penurias, dolores y fracasos.
Entre brisas de mar y graznidos de gaviotas, la acústica y breve “Face forgotten thing” posee gran carga emocional y se halla perfectamente ubicada antes de la necesaria, lúcida y espiritual “All the saints”.
El sugerente pasaje instrumental “Carolina del Norte, Carolina del Sur” es el ecuador. Ante el veneno que corroe el mundo nos queda “Landlocked and drowning” como una muestra de agradecimiento, “To break a promise” como una sacudida del alma y “Silent and amazed” como una declaración de amor que espera respuestas. Por lógica “Death” tenía que ser el colofón, el descanso en la monotonía y en los subconscientes, con ese tremendo verso final que es “I’m rotting but theres still love at the core”.
No acaba ahí la cosa, porque a nivel digital se complementa con unos bonus tracks como “Over rooftops”, “No one doin’ nothin”, “The hermit” o “Hearts Will break” que inciden más en la esencia de una obra profunda que pretende hallar la pureza del amor más místico y tántrico entre el jangle-pop, el folk y el blues.
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