Especiales Críticas Discos

Especial dedicado a Chris Bell, y concretamente a su disco póstumo ‘I am The Cosmos’, que se publicó el 21 de febrero de 1992, trece años y dos meses después de su muerte.

…canciones de profundidades celestiales, con una descomunal ternura y con cierto halo mágico de una melancolía que cabalga entre el amor y el desafecto…

Tal día como hoy, un 21 de febrero de 1992, veían luz pública las grabaciones ocultas setenteras de Chris Bell. Hablamos de una obra maestra única, me quedo corto si digo extraordinaria, de una sensibilidad desbordante, desconocida para una gran mayoría del mundo pero tremendamente influyente en el devenir de la música popular aunque muchos de sus deudores no la reconozcan como tal.

Poseía una calidad musical estratosférica o, cuanto menos, si no llega a esa capa de la atmósfera donde el ozono nos protege de los rayos ultravioletas del sol, a la altura de la cumbre más alta del Mont Blanc, a 4.810 metros de altura, en los Alpes occidentales como metafóricamente podría sugerir esa bellísima portada de un solitario hombre allí, en lo más alto, meditando entre nubes y montañas nevadas.

“I am the cosmos, i am the wind”. Los sentimientos de un ser humano como centro del universo, traspasando los límites experimentales de la ciencia y permitiendo dotar de un sentido trascendental a la realidad de cada individuo. Así, a grosso modo, se podría resumir el único álbum en solitario de una “maldita” gran estrella que nunca dejará de brillar con luminiscencia propia.

Para rendirle un respetuoso y agradecido homenaje considero que, en este caso concreto, resulta bastante imprescindible conocer algún antecedente biográfico así como la historia previa de esta obra, de modo que se pueda comprender, en la medida de lo posible, la personalidad de su autor antes, durante y después de formar parte del mítico grupo Big Star.

Chris Bell nació en Memphis, tierra de blues, de soul y de rhythm ‘n’ blues. Sin embargo, en su pubertad personal y musical se vio seducido por la British Invasion de nombres como los Beatles, Kinks,… Sus primeras composiciones con la guitarra datan del tiempo en que conoció a John Fry, productor y fundador de los legendarios estudios Ardent. Durante el verano de 1971 Chris sería el principal impulsor en formar Big Star, junto a Alex Chilton (tras su paso por los populares Box Tops), Jody Stephens y Andy Hummel. Un año después se publicaba el histórico primer álbum “#1 record” donde sentaron las bases del powerpop melódico junto a otros pioneros como Raspberries, Badfinger…

El fracaso en las ventas de esa obra maestra coincidió con problemas de alcohol, drogas, desavenencias con Alex Chilton y hasta incluso un malogrado intento de suicidio. Tras ser ingresado en un centro de rehabilitación colaboraría junto a la banda en algunos temas de la segunda masterpiece “Radio city”, pero se repitieron nuevas disputas junto a otro nuevo descalabro en ventas y la quiebra de la discográfica.

Nos tenemos que remontar también al año 1974 para tener en cuenta que, con el propósito de revitalizar otra vez su carrera, graba en un pequeño estudio de Los Angeles tres maravillas como son “I am the Cosmos”, “You and your sister” y “I don’t know”. Hablamos de tres canciones de profundidades celestiales, con una descomunal ternura y con cierto halo mágico de una melancolía que cabalga entre el amor y el desafecto.

Pero los problemas depresivos y de adicciones continuaban. Su hermano mayor David, incondicional admirador del arte de Chris, comenzaría a actuar como una especie de protector ángel de la guarda. Con él viajó por Francia, Italia y Suiza con el fin de variar algunos perjudiciales hábitos. De esa etapa es la foto de la portada del disco que nos ocupa y también el período en que graba “Speed of sound” y “Make a scene”, dos auténticas piezas de orfebrería donde volvía a demostrar un potencial enorme. De pelopunta, de erizar todo el vello con ese acompañamiento final de órgano de iglesia es la mencionada “Speed of sound”, quizás mi favorita, un emotivísimo himno a la soledad y a los corazones rotos, de esas canciones que dejan profundas marcas.

El aspecto musical más místico y espiritual de Chris Bell también surgió cuando, poco después, halló paz interior al entregarse a la fe cristiana. Ese hecho resultaría clave en las composición de otras dos fascinantes canciones como fueron la lennoniana “Better save yourself” y “Look up”.

Llegamos a 1978, el año en que se publicarían las grabaciones de “Third/sister lovers”, el tercer disco de Big Star, esta vez sin ninguna participación de Chris Bell pero que, curiosamente, era el que más se aproximaba a la profundidad de sus composiciones. Precisamente de ese mismo año es el single de las anteriormente citadas “I am the cosmos” y “You and your sister” (con Alex Chilton colaborando en los coros), el que a la postre fue la única publicación oficial en solitario que vería el maestro orfebre.

Chris Bell, y concretamente a su disco póstumo 'I am The Cosmos '

Por fin la vida parecía sonreirle algo a Chris Bell pero fue entonces cuando a finales de ese año se le truncó por un fatídico destino. Con 27 años, muy cerca de su domicilio, se estrellaba su coche contra una farola y moría en el acto. Era el fin de una verdadera ‘gran estrella’. Ya nunca podría ver la estima y admiración de una minoría hacia esas canciones en las que tanta ilusión y ansia había depositado, así como tampoco la reedición de las dos primeras Poms de una disuelta Big Star que la convertirían progresivamente en una adorada banda de culto. Por su parte el mundo se quedaba sin saber hasta dónde habría llegado este genio oculto y adelantado a su tiempo.

No sería hasta mediados de los ochentas con bandas como The Replacements, R.E.M, Primal Scream,… y, más marcadamente, a partir de los noventas con nombres como Teenage Fanclub, The Posies, Beck, Wilco, Gigolo Aunts, The Jayhawks,… cuando comenzaría una constante reivindicación de Chris Bell y de la Big Star.

Aquel 21 de febrero de 1992 saltaba la sorpresa. Se publicaba con Rykodisc el recopilatorio de perlas y joyas inéditas que demostraban el inmenso talento de Chris Bell, un auténtico arsenal de sonidos agridulces con enorme poso melancólico e introspectivo. A las anteriormente citadas se unieron las penetrantes y powerpoperas “Get away”, “I got kinda lost” y “I don’t know”, la sublime y apasionada “There was a light”, la beatlemana “Fight at the table” con exquisito acompañamiento de piano por parte de Jim Dickinson, y la portentosa balada “Though i know she lies”.

Posteriormente, en el 2009 se editaría una versión deluxe donde se agregó la participación de Chris antes de Big Star en proyectos como Icewater y Rock City, así como diferentes versiones alternativas y acústicas de sus temas, y tres inéditas, “Stay with me” con Keith Sykes, “In my darkest hour” con Nancy Bryan y el instrumental “Clacton rag”.

Si entendemos la perfección por pureza y por ausencia de defectos entonces aquí, en “I am the Cosmos”, tenemos el arquetipo y modelo ideal, acaso el disco más bello y cósmico de la historia del rock. Para el que suscribe se halla a la altura o más incluso que las magnas obras de la Big Star y por encima de muchos, muchos, muchos intocables y sobrevalorados del mundillo musical. Será porque es de esos discos que emocionan, donde también se demuestra que, por muy grande y admirado que será siempre Alex Chilton, jamás habría existido la Gran Estrella sin Chris Bell.

Todo comienza con un “Every night i tell myself, I am the cosmos, I am the wind, but that don’t get you back again…” A partir de ese verso los suficientes juramos fidelidad y agradecimiento a una ‘maldita gran estrella’ que siempre flotará en el espacio sideral.

* Este artículo fue publicado en Espacio Woody/Jagger con motivo del veinticinco aniversario de “I am The Cosmos”, y recuperado ahora por su veinte aniversario y por su plena vigencia.


2 comentarios

    1. Gracias Alberto. No solamente llevo muy dentro este disco, es que además pienso que es una de las más grandes obras maestras de la historia. Salud y abrazo.

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