
Reseña y crítica de ‘In the fade’, álbum de Tony Molina.
… ha vuelto el orfebre con su fórmula mágica de brevedad melódica, de certeros riffs y de ciertos aromas bucólicos que lo aproximan en primer lugar a los Teenage Fanclub del «Bandwagonesque» o a los Beatles más armoniosos y refinados…
Con la salvedad del compilado «Songs from San Mateo County» (2019), el de la llamativa portada de una virgen dolorosa en blanco y negro, no había vuelto a tener novedades del californiano de San Francisco desde que lo descubrí en el 2018, año que quedé prendado de «Kill the lights» y sus diez micro-joyitas que discurrían como una exhalación, tan veloces que, tal como escribí en su momento, en un cuarto de hora se apoderaba del popular refrán de «lo bueno, si breve, dos veces bueno».
Muy camuflado entre la maleza, sin ninguna ostentación y distante de productos musicales que llevan consigo una elaborada promoción, ha vuelto el orfebre con su fórmula mágica de brevedad melódica, de certeros riffs y de ciertos aromas bucólicos que lo aproximan en primer lugar a los Teenage Fanclub del «Bandwagonesque» o a los Beatles más armoniosos y refinados, sobre todo en «Years ago pt.2», pero también con detalles de Big Star, del primer Elliott Smith, de los Bee Gees más campestres, de los Byrds de la etapa de Gram Parsons o de los Weezer más pegadizos en «Fuck off now» y «All I’ve known».

Esa integrada concisión en cada una de las catorce piezas que integran «In the fade» es, claramente, un valor añadido de seducción, al menos para el que suscribe. Consigue además dotar de un equilibrio armónico admirable entre las más acústicas y las portadoras de distorsión eléctrica.
Entre las gemas a destacar que, difícilmente, no se puede evitar caer rendido, sobresale la más accesible «I Don’t like that he», con esos acompañantes arreglos de órgano, pero yo me quedo con las teenagefancluberas «Burn everyone», «Not worth knowing» y, muy especialmente con la contagiosa electricidad de «The last time» y «Leave this town».
Pues eso, que lo que puede parecer un fragmento, un extracto, una canción inacabada, no es tal. Con Tony Molina está todo atado y finiquitado, con sencillez e inmediatez. Digamos que es lo justo y lo calibrado, como para degustar a su ritmo una copa de buen vino y que nunca nos cansemos de él.
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