Con su cuarto disco The Vandoliers se reivindican definitivamente como un referente del cow-punk y country-rock alternativo.
Las canciones están construidas en base a una silueta melódica fluida y en los momentos más febriles incluso eufórica…
Me lanzo a la piscina con un disco country que me ha atrapado estos días. Se trata de la cuarta intentona de la banda texana de Dallas Vandoliers y se titula genéricamente «The Vandoliers».
Este sexteto formado en 2015 y liderado por el talentoso e inquieto Joshua Fleming es uno de los ejemplos plausibles que en la actualidad tenemos de artistas que parecen buscar una evolución en el country o, por lo menos, girar sobre las bases del mismo buscando ofrecer otras texturas y coordenadas que no suenen a lo de siempre.
Creo que en el caso concreto de este grupo lo consiguen, lo demostraron en precedentes ocasiones y con este elepé lo logran plenamente. Su sonido parte del núcleo mismo de la música fronteriza americana y no renuncia a la utilización de guitarras acústicas, armónicas, fiddles o pedal steel guitars, pero esta base se ve centrifugada con sonidos furiosos y distorsionados de guitarras, coros que deflagran actitud cuasi punk, vientos y metales o efectismos puramente rockeros y cow-punk.
Incluso se muestran generosos en melodías dulces que atacan con sonidos de teclas que evocan ese country-pop que no siempre resulta venturoso, aunque es cierto que estos tipos consiguen que el resultado no peque de empalagoso o amanerado.
Las canciones están construidas en base a una silueta melódica fluida y en los momentos más febriles incluso eufórica. La producción, obra de la propia banda con la colaboración de Eric Delegard parece tener claro el objetivo a seguir en cada instante del álbum, consiguiendo una variedad muy de agradecer que no acusa falta de equilibrio alguna y que además se muestra rebosante de fuerza, actitud y fe.
La mejor forma de resumir lo dicho y hacerlo perfectamente entendible es subir el volumen (indispensable ejercicio para disfrutar de la música esta gente) y empezar a despachar canciones, no creo que el aburrimiento haga acto de aparición y sí el frenesí, la solaz diversión juvenil y, no lo descarten, la sorpresa y posterior bendición.
Creo que temas como el single de presentación, inspirado en el perro de Joshua Fleming y titulado «Howlin'»; el torbellino de influencias de la inicial «The lighthouse»; los acentos sureños y canallas de «Every Saturday night»; el piano que se funde con el fiddle en «Down and out»; los sorprendentes sonidos pop de la bonita «Before the fall» o el bailable de Saloon con piano Honky-Tonk titulado «I hope your hearthache’s a hit» entre otras bondades que habitan entre los surcos de «The Vandoliers» podrán convencer a muchos de que este trabajo merece subirse a la nave del Exile.
Si gustan de sentir la música en los pliegues de la piel, donde el rumor taciturno de la juventud ataca a degüello a los corazones que se sienten de vuelta de todo, creo que les gustará este disco, pues estoy seguro de que provocará sentimientos de los que nos hacen sentir bien, vivos y ¿¿¿por qué no???, jóvenes.
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