Reseña y crítica de Marchica y su álbum ‘Walter’s Walk’.
… no deja de sorprender este cruce californiano-andaluz que tanto se aproxima a las virtudes de legendarias bandas de indie-rock y noise pop como Pavement, Breeders o Sebadoh y que ahora, sin salirse de esa línea, abren la paleta hacia nombres como Alex Chilton, Steely Dan, Jonathan Richman, Replacements…
Haciendo un poquillo de historia, el cantante y guitarrista Pete Marchica, hijo de trompetista que colaboró con leyendas como The Four Tops, The Temptations… montó este proyecto musical en 2021 con los pozoalbenses del grupo cordobés Algunos Hombres (Miguel de Becerring al bajo, Jaime Romero a la guitarra y Antonio Moreno ‘El Ciento’ a la batería).
Desde la publicación del autoproducido álbum “Ped Sing” en 2022, no deja de sorprender este cruce californiano-andaluz que tanto se aproxima a las virtudes de legendarias bandas de indie-rock y noise pop como Pavement, Breeders o Sebadoh, y que ahora, sin salirse de esa línea, abren la paleta hacia nombres como Alex Chilton, Steely Dan, Jonathan Richman, Replacements…
Tanto su título “Walter’s Walk”, homenaje velado a Walter Becker, guitarrista de Steely Dan, como su portada, imagen de Ziliante Palumbo, abuelo materno de Pete, utilizada como impersonator de una biografía ficticia de Walter, son dos detalles que suman originalidad al espíritu independiente, alternativo y underground de este artefacto discográfico.
Como primer adelanto tuvimos la lisérgica “Tilted Whirl”, dedicada al activista australiano Julian Assange y con telón de fondo las mentiras del sueño americano. Como segundo single previo “OCD Soundsystems”, más asociado con el título del disco y lanzado junto al anuncio del fichaje por el sello austríaco Mai Lei Bel.
Para abrir boca del álbum un auténtico trallazo de tormentosa electricidad como «Unknown Terrain», con aroma a crema solar para días de verano entre deseos, sueños o recuerdos cicatrizados y que, junto a la ondulante y cósmica «Primal Motion» más percibo conexiones con el lider de Big Star en solitario.
En «Road Work» atrapan a la audiencia que le preste suficiente atención hasta caer en su pozo de tensión y magia espontánea, evocando muchas composiciones de Stephen Malkmus, tal y como sucede de manera similar en la épica de «Trick-Or-Treating In Bel-Air» con esos arreglos de castañuelas y guitarra flamenca, o en «Oil & Water» y «This Town», dos temas que, de haberse publicado en los noventa podrían perfectamente ser considerados hoy por hoy como himnos internacionales del indie-rock de aquella década, antes que ese término perdiera su inicial sentido.
La recta final es sumamente placentera. Entre angustia, incertidumbre, metáforas y simbología animal se desarrolla «Paciente (The Pacient)». Como el mejor coñac fascina la singularidad de la penúltima pieza «The Wave», con esos efectos electrónicos y adornos fluctuantes que recuerdan la nueva ola de finales de los setenta. Y, a modo de colofón «Oceans For Light Years», con el influjo y la maestría del más grande Neil Young, completando uno de los mejores trabajos discográficos peninsulares de esta añada que, debido a tanta injusticia musicial, seguramente quedará como una soberbia exhibición de rock alternativo para minorías selectas.
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