
Especial dedicado a ‘Physical Graffiti’, sexto álbum de Led Zeppelin, publicado el 24 de febrero de 1975.
… último plástico imprescindible de los cuatro magníficos —Page, Plant, Jones, Bonham—, que se vacían creativamente para ofrecer un caleidoscopio de hermosura eterna que deja muy claro que las etiquetas o categorizaciones son incapaces de atrapar…
Si las comparaciones son odiosas, en el caso de Led Zeppelin, además, son osadas y peligrosas. Ni una sola de las bandas que ha crecido sobre su influjo (y las hay a patadas) puede igualar un currículum discográfico como el que dejó el cuarteto inglés y una destreza en el escenario que es casi sobrehumana.
Led Zeppelin abrió caminos e iluminó líneas de trabajo, pero la originalidad de su propuesta (aun chupando sin pudor de determinadas fuentes), la variedad de su obra, su formalización definitiva y su prurito de grabar y publicar lo estrictamente necesario hizo del grupo cota inaccesible para epígonos de todo tipo.
‘Physical Graffiti‘ (1975) es su sexto, doble y pantagruélico elepé, último plástico imprescindible de los cuatro magníficos —Page, Plant, Jones, Bonham—, que se vacían creativamente para ofrecer un caleidoscopio de hermosura eterna que deja muy claro que las etiquetas o categorizaciones son incapaces de atrapar o describir la ambición enorme de los autores de «Houses Of The Holy«. Es precisamente la senda de este trabajo la que se sigue aquí y, de hecho, la canción que le iba a dar título —hard funk de alta alcurnia que suena a híbrido de ‘Dancing Days‘ y ‘The Ocean’ pero que fue descartado— se incluye en el primero de los plásticos antes de que otro tema lleno de funk, el espectacular ‘Trampled Underfoot’, se yuxtaponga.

Ha empezado el álbum ardiendo con ‘Custard Pie’, de fulminantes guitarras rítmica y solista de Jimmy Page y con el teclado de John Paul Jones sonando desde el principio. También iba a aparecer en Houses Of The Holy la espléndida y emocionante ‘The Rover’, que antecede a los monumentales once minutos de blues pesado y progresivo de ‘In My Time Of Dying’.
Mastodóntica, descomunal, la pieza muestra al Zeppelin más extremo, el que no pierde inmediatez o potencia (impresionante al respecto la batería de John Bonham) a pesar de la duración de un corte en el que Robert Plant nos habla de a quien ha llegado el «momento de morir». Es entonces cuando llegan las dos canciones anteriormente descritas (‘Houses Of The Holy’ y ‘Trampled Underfoot’), tras las cuales —exótica, majestuosa e hipnótica— entra ‘Kashmir’. Y entra la polémica. Su duración, su cadencia, su melodía, su orquestación y su sonido hacen de ella, para unos, sinfonismo petulante que nada tiene que ver con el rock and roll y sus (supuestas) intenciones o, para otros (entre los que me incluyo), magnífica suite cantada cuyo riff ha sido más de una y dos veces calcado.
El segundo de los discos abre ahondando en las premisas establecidas por ‘Kashmir’. ‘In The Light’ es también una canción larga (especialmente extensa es su introducción) cuyo rock progresivo de aromas asiáticos tiene como protagonista sonoro a los teclados y sintetizadores de Jones, compositor principal del corte. Salida de las sesiones de ‘Led Zeppelin III’, ‘Bron-Yr-Aur’ es una miniatura acústica que juega al contraste.
‘Down By The Seaside’ es una maravilla folk rock (atención a la digresión que introduce a medio camino) que se remonta a la grabación del cuarto plástico del dirigible y bebe claramente de las aguas de Neil Young. Las brumas de la nostalgia envuelven ‘Ten Years Gone’ desde su título hasta la última de sus notas, y uno no puede dejar de sentirse ciertamente sobrecogido mientras la escucha.
‘Night Flight‘ y ‘Boogie With Stu’, la segunda con el gran Ian Stewart al piano, vienen también de los días en que se gestaba ‘Led Zeppelin IV’, composiciones algo menores pero llenas de encanto y groove. Entremedias —que no se nos olvide— se ha colado un zarpazo hard en la línea de ‘Inmigrant Song‘, ‘The Wanton Song’.
Entre el folk, el honky tonk y el boogie-woogie se mueve ‘Black Country Woman’, que en un principio debería haber pertenecido a ‘Houses Of The Holy’. ‘Sick Again’ echa imponente el cierre a la hora y veintidós minutos de ‘Physical Graffiti’, un trabajo genial que no se resiente de mezclar descartes de elepés pretéritos con registros producidos ex profeso para formar parte del mismo.
Solo falta citar la portada troquelada de Peter Corriston para completar la visión del homérico esfuerzo hecho por Led Zeppelin. Como Odiseo, llegaban sus miembros a su Ítaca particular, en la que Penélope les esperaba en forma de composiciones, armonías e interpretaciones guardadas solo para ellos.
* Este artículo fue publicado por su autor en Ragged glory y recuperado ahora por el 50 aniversario y por su plena vigencia.
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Creo que es esta obra de Zepp la cumbre de su trayectoria musical, no tanto por la intrínseca calidad compositiva, que la tiene y mucha, sino porque marca el punto culminante que ya no podrán superar en el futuro.
No es este el disco que más escucho de la banda, quizás me hecha para atrás su grandiosidad, esa poca de sensación pretenciosa de haber quien se atreve con nosotros después de haber parido algo
semejante.
Abrazo.