McEnroe se muestra incombustible con la publicación de ‘La Distancia’.
La envoltura sónica que recubre las melodías, con arrullos de pianos y lisonjas de guitarras; los latidos plácidos que invitan a la reflexión del bajo y los pálpitos de percusión…
Los últimos acontecimientos y la vorágine en la que se han movido los componentes de McEnroe en los últimos tiempos, una vez sosegada la marea de buenaventuras que despertó el estupendo «Rugen las flores» (2015), invitaba a pensar, o mejor dicho, a cuestionar, la continuidad del grupo.
Discos en solitario, «Esperanza» de Ricardo Lezón (2017); la participación de algunos miembros del grupo junto a The New Raemon en el disco «Lluvia y truenos» (2016) o alguna incursión en el mundo de las BSO podía indicar una cierta distancia entre ellos.
Pero la historia no siempre se escribe con argumentos lógicos, y contra todo pronóstico el grupo getxotarra ha publicado hace unas semanas un nuevo disco titulado, paradójicamente, «La distancia», y para quien pueda pensar que ante semejantes atenuantes no podía salir nada venturoso, decirle que se equivoca, «La distancia» es, una vez más, un estupendo disco.
¿Sus argumentos?: La envoltura sónica que recubre las melodías, con arrullos de pianos y lisonjas de guitarras; los latidos plácidos que incitan al sosiego del bajo y los pálpitos de percusión, las teclas que cimbrean el edificio sónico como una brisa que invita a la reflexión, la voz en contrapunto de Jimena Lezón -hija de Ricardo y que vuelve a dulcificar las canciones de su padre como ya hiciese en «Esperanza»- la profunda vocalidad de Lezón, que derrama, como las piedras de Pulgarcito, un rastro que seguir gracias a unas letras reflexivas y místicas, con nervio y poética, extremas y bucólicas, todo ésto y esa sutil sensación de diálogo interno que caracteriza a la narrativa de los de Getxo, hacen que el disco sea un territorio sensible y acogedor.
Un elemento que se impone es el piano, y con él comienza «Seré tú», el bajo arrastra la voz, la electricidad, las pinceladas de las baquetas, las cuerdas y la lírica, es el primer recodo del camino.
Siguen las teclas del piano subrayando los primeros compases de la bonita «Asfalto (libres los animales)», uno de los mejores momentos del elepé. «La gran belleza» es inquieta e intensa, con una estupenda línea de bajo y un riff cítrico.
Un precioso corte es «Luz de gas», con acústicas y el omnipresente sonido del piano, todo en un entorno de oscuridad, en cambio «Cerezas» es más luminosa y popera, como un cielo abierto que permite gobernar al sol.
En «La vereda» soplan las cuerdas de la steel, Jimena ilumina el estribillo y el órgano viene y va; «Luciérnagas» es otro de mis temas favoritos, bucólico y onírico, igual que la gaseosa y melancólica «El buen invierno».
Aunque debo confesar que mi favorita es «La distancia del lobo», un precioso texto tendido sobre una melodía dúctil y con el sonar de unas guitarras casi místicas. La escuchamos:
Notable disco de McEnroe, quienes en la línea habitual parecen aportar nuevos matices y más madurez a una propuesta a la que aún parece quedarle cuerda para rato, desde aquí lo celebramos.
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