
Reseña y crítica sobre Dean Wareham y el álbum ‘That’s the Price of Loving Me‘.
… solamente con el incremento de sucesivas audiciones se tiene una visión mucho más completa de esta obra, del ingenio y talento que desarrolla, donde los matices lisérgicos y psicodélicos conviven con el velvetismo armónico más puro e inmaculado, el mismo que a su vez se da la mano del dreampop más elegante y existencialista…
Hay artistas que se desinflan con el transcurso del tiempo y hay artistas que son valores seguros, que no parece afectarles el sucesivo e ineludible avance de los años. Don Dean Wareham es uno de estos últimos.
Sus dos adelantos de “That’s the Price of Loving Me” ya nos permitieron elucubrar a los suficientes sobre la grandeza de lo que se avecinaba. Por cierto, lo he llamado «Don» en el sentido protocolario que antecede a alguien que merece mucho respeto, cortesía y distinción musical, en este caso teniendo en cuenta el enorme material selecto que atesora, bien sea con Galaxie 500, con Luna, con su esposa Britta o en solitario.
La primera de esas avanzadillas fue “You Were The Ones I Had To Betray”, una delicia melódica tan etérea como oscura y romántica sobre los años de amistad cabalgando hacia la bruma, el desapego, la inevitable traición y los ecos y rastros que todavía quedan de todo aquello, con ese poso de folk y con ese violonchelo de Gabe Noel que tanto la engrandece.
Después llegó la canción que da título a este álbum, adornada entre arreglos de congas y de sintetizador analógico, profundizando en el entusiasmo del amor y en el desenamoramiento, y ahí el que suscribe quedó prendado, no podían ser mejores las expectativas con ese pop melódico, con los toques de jazz y de bossa nova que, por ejemplo, caracterizaban a Burt Bacharach, o incluso con ciertos matices que nos podían transportar a la chanson francesa de Serge Gainsbourg.
Pero cuidado, que lo mejor estaba por llegar. Solamente con el incremento de sucesivas audiciones se tiene una visión mucho más completa de esta obra, del ingenio y talento que desarrolla, donde los matices lisérgicos y psicodélicos conviven con el velvetismo armónico más puro e inmaculado, el mismo que a su vez se da la mano del dreampop más elegante y existencialista.
Por ejemplo, se advierte perfectamente en las dos versiones que Wareham no busca el camino fácil. A pocos, por no decir a nadie, se le hubiera ocurrido adaptar y llevar a su terreno desde una perspectiva más experimental o de pop barroco una rareza de Nico cantada en alemán para morir, amar y volar entre sueños como “Reich der Träume», haciéndola encajar con su estilo y con el concepto del álbum, o una vanguardista revisión de un tema del álbum que, a finales de los 60, publicó Mayo Thompson, como la maravillosa “Dear Betty Baby”, la de los destellos de maldad en la mirada, la de los cambiantes paisajes marinos en el horizonte.
Es precisamente en esa versión donde se observan y distinguen vínculos con “This is Our Music”, el último álbum de Galaxie 500 en 1990 y mi favorito del neozelandés residente en los Ángeles, en el que se incluyó la versión de “Victory Garden” de Red Krayola, la banda del arriba mencionado Mayo, y en el que, del mismo modo que en el trabajo discográfico que nos ocupa, participó Mark Kramer como productor y en los teclados.
Pero ojo, esa conexión no implica un retorno o una revisión de aquellos años “galácticos”, máxime si conocemos el carácter inconformista y explorador de Wareham como compositor que siempre implica una sensación de atmósferas improvisadas y renovadoras de su estilo, tal y como sucede con ese aire de vals que, con la segunda voz de Britta y con ese sedoso séquito orquestal, se halla en la afligida perdida de un amigo en “The Mystery Guest”, o en la apacible, romántica y cautivadora “New World Julie”, con guitarra seductora velvética final incluida.

Hemos nombrado a Britta Phillips, esposa de Dean y pieza clave con su bajo y su voz acompañante, mucho más en esos coros mágicos de “We’Re Not Finished Yet” o, muy especialmente, en la pieza más reivindicativa y política “The Cloud Is coming” que actúa como colofón y que fue originalmente escrita para “White Noise”, aka “Ruido de fondo”, la película dirigida por Noah Baumbach y basada en la famosa novela de Don DeLillo.
Nos quedan exquisiteces sonoras como la más minimalista y lisérgica “Bourgeois Manqué” o una onírica y bellísima “Yesterday’s Hero” que es la que más recuerda a su etapa con Luna. Con ellas se completa el cuarto álbum en solitario de Dean Wareham, el siguiente a aquella confitura velvetiana que fue “I Have Nothing To Say To The Mayor of L.A.” de 2021, y que en este caso se distribuye a través del sello Carpark Records.
Sí, como no podía ser de otro modo, el álbum está teñido de esa melancolía que le caracteriza, donde la huella de la Velvet o de Galaxie 500 están presentes, donde no falta la discreción y la modestia, todo ello evolucionado hasta el año que finiquita el primer cuarto de Siglo XXI, con el que se exhibe el talento de un incombustible que nunca decepciona y que sigue sumando.
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