Reseñamos el nuevo disco de Dave Rawlings Machine
En serio, my sweethearts at the rodeo, hacedme caso, estirar vuestro brazo, tirad todo al puto suelo y centraros en el mejor disco de americana, no del año, eso por descontado, sino del siglo, éste presente en el que es tan difícil escuchar cosas tan antiguas y míticas como Nashville Obsolete…
De Americana, es decir, de esa música ancestral, de maizales, tornados, graneros, toyotas y gravel roads, este disco firmado como Dave Rawlings Machine era con mucho el disco más esperado del año.
Porque seamos sinceros, para los locos de amor del género, el debut de Dave Rawlings Machine del esposo de Gillian Welch cambió totalmente el concepto del género. Por fín, era posible sonar en pleno siglo XXI a la old and weird America de la Harry Smith Anthology, un poco fuera de los mandamientos del rock, ala John Wesley Harding, el disco.
No se me malinterprete. Claro que tenemos artistas impresionantes como Hiss Golden Messenger, quizás lo único equiparable en jondura, o nuestra clásica Lucinda pero casi todos están mucho más enraizados en el rock, es decir, en la necesidad de unas guitarras eléctricas, un groove y una batería.
Ustedes me entienden, esto pertenece a la pureza de lo bíblico y folclórico, sin fecha de fabricación ni de caducidad, hecho before rock and roll que diría Van The Man.
Lo cierto es que la Welch, ella por si misma ya sentó las bases de esa vuelta a los tonos sepia post-guerra de secesión en sus preciados discos- qué gozada que se prodigue poco en ediciones al servicio de la extrema calidad y sentimiento de las mismas- pero ella, hace unos años le cedió el protagonismo a su chico, aunque su sombra fuera tan evidente.
El debut del proyecto de la pareja con el nombre de Dave Rawlings Machine, titulado «A Friend of a Friend» (2009) es un favorito con gemas del valor de Ruby o Bells of Harlem que están dentro de mi ventrículo izquierdo como sólo tengo a las canciones de, por ejemplo, Gary Louris o Mark Olson.
Pero con este Nashville Obsolete han pintado su obra maestra y es muy difícil que la superen. Porque a veces llegan discos como estos, únicos, que te hacen extender el brazo y tirar al resto a tomar por rasca, centrándote en aquello que importa, llevándote de nuevo a aquello de lo que provienen, bringing it all back home.
Bordada con hilo fino de oro, esta filigrana destaca por encima del tejido de un género sobrecargado de imitadores de Neil Young, de hillbilies de Starbucks y de sweethearts soplapollas que por salir con un banjo en la portada se creen hijos de la pata de Gram Parsons o Hank Williams.
Vamos a ser sinceros: hay mucha morralla como demuestra la escucha de este Muswell Hillbilies americano, si , habeis oido bien, el de los Kinks. Es decir, como ellos hicieron, el proceso way back, way back, la involución a tiempos en que no había ni prisas , ni «likes,» ni lanzamientos de discos como si fueran tomates de El Ejido comprados en enero.
El titulo nos habla de algo obsoleto, con sarcasmo claro porque no hay música más viva que la antigua y la cover es un claro homenaje y no tengo que poner a qué disco pertenece porque todos sabeís cual es.
Esta nueva Carter Family sin hijos, en siete canciones generosas en minutaje, con el sonido más cálido que te puedas echar a tus oidos, nos lleva de la mano a un time out of mind – tiempo inmemorial- donde el pan se hacía en cada casa, donde la leña olía a campo y las personas se decían howdy por las mañanas.
La sensación del peregrinaje está insaculada en todas sus letras, generando con sus arpegios y escalas una sencación indescriptible de hermoso movimiento.
Desde Tempest, no se había publicado un disco más esencialmente norteamericano, lo es tanto como el American Beauty o el Tomorrow The Green Grass.
The Weekend con sus armonías celestiales abre el melón, en su punto, crujiente y con la dulzura justa ala Ruby y unos oh oh oh oh oh en armonía tan bellos como los de Knockin on Heaven´s Door.
Las filigranas con las acústicas de este par de ángeles son dignas del más trad Jerry Garcia.
La pareja, me consta, vive obsesionada con la BSO de Pat Garrett & Billy the Kid (disco crepuscular por excelencia) porque son muy listos y saben que es un tratado humano esencial y la rinden homenaje en la obra maestra dentro de la obra maestra, The Trip o casi 11 minutos de Billy+Faraway Eyes (Stones), un recitado de frenesí outlaw que me ha dejado k.o. y me ha impulsado a darle urgente prioridad a esta reseña.
Puro trance de la soledad del medio oeste como Nebraska, la película, musicada. Y como los hip-hoperos sampleaban las codas de James Brown, ellos prácticamente hacen lo mismo con la sucesión de tres acordes acústicos y la verdad que ha funcionado con los grandes del folk. The Trip es una POM.
Bodysnatchers, por ejemplo, tiene un misterio encerrado que te hace volver a querer descifrarlo pero es imposible hacerlo. Quizás sea el título coincidente con uno del In Raibows de Radiohead pero me parece un clásico moderno. Mucho, muchísmo nivel vocal de Dave, ese semi falsete escalofriante y, también, de composición. Estamos dentro del misterio del bosque, de los efectos del Hickory Wind en la cabeza, un sueño en toda regla, soberbía Bodysnatchers. Como Man In the Long Black Coat o Tin Angel de Hiss Bobness.
La carne de pollo se te pone con la segunda, Short Haired Woman Blues, una deliciosa y debastadora tonada con los arreglos de cuerda justos y cinematrográficos en este pedazo de colección de canciones que haría resucitar a Peckinpah para rodar otro western. Tristeza, bella tristeza. Historias sureñas como las que contaban tan bien nuestros The Band.
Algo más trotera y Carter Family es The Last Pharaoh donde sorprende de nuevo que estas canciones sean nuevas porque no lo parecen y cuando eso se consigue, aunque sea a costa de amar y estudiar la divina tradición, es presenciar un milagro, lo que es este disco de Dave Rawlings Machine brothers and sisters. Y es cierto que es mucho más de Gillian que el primero, en todos los sentidos, portada incluida.
Seguimos de apalachianos con Candy donde maldita sea la estación en la que nos encontramos porque cómo iba a sonar esto por mis carreteras secundarias amadas del Alentejo rumbo a Aljezur…un yihaaaa pero no de ese absurdo de grupos, incluso locales, que se ponen el sombrero y la nudie shirt y se creen que han dado con esa cosa tan complicada como es America The Beautiful, buff qué asco me dan. Que usen sus tablas de fregar de diseño para limpiar las camisas de Dave y Gillian de por vida.
Si os digo la verdad , el único grupo de aquí que lo sabe hacer y casi nadie lo conoce, por desgracia, es La Gran Esperanza Blanca , el grupo valenciano de Cisco Fran cuyo Tren Fantasma (pincha y descubre), una joya, es el complemento perfecto para este 2015 de ageless americana.
Pilgrim (You Can´t go Home) cierra un disco perfecto en minutaje donde no sobra absolutamente NADA, los rellenos para esa bandwagonesque del vaquerismo insulso y ridículo y ésta canción que lo cierra tiene un aire de clásico agridulce, muy Jayhawks, cuando se ponen mimosines del todo. Pilgrim me recuerda en su hermosura al Salvation Blues de Mark Olson, otro disco de cabecera como lo será éste a partir de ahora.
En serio, my dear sweethearts at the rodeo, hacedme caso, estirar vuestro brazo, tirad todo al puto suelo y centraros en el mejor disco de americana, no del año, eso por descontado, sino del siglo, éste presente en el que es tan difícil escuchar cosas tan antiguas y míticas como Nashville Obsolete.
Y es que la eternidad es una micro-mariposa que se escapa casi siempre de la red y en esta ocasión, tenemos la suerte de que se ha quedado atrapada en este maravilloso e histórico disco de Dave Rawlings Machine.
Dave Rawlings Machine- Nashville Obsolete (2015)
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Gran reseña dentro de tus grandes reseñas, lo que hacen estos dos es de pura orfebrería, dan ganas de salirse a la calle a repartir octavillas para que lo escuche todo el mundo, me alegra muchísimo que este disco se materialice en el Exile de esta manera, que gozada ir desgranando el disco con este texto, superior, no se paga con dinero, aquí servidor aprendiendo día a día. Saludos
Dave Rawlings, el tipo que aparece en los disco de Ryan Adams. No puedo dejar de pensar el tiempo que llevo perdido sin conocer su trabajo con DRM, ahora éste disco y luego su anterior. Estupenda reseña, como siempre. Un saludo
Joder Joserra, es que al leerte le dan a uno ganas de poenerse a correr detrás del disco que comentas, este lo tengo ahí, pero ahora tengo bastante y creo que, como hice con Destroyer, acertaré si espero a tener el tiempo que merece su escucha, estoy a punto de las vacas y puede ser un momento idoneo.
gran reseña para variar.
Un abrazo.
Enganchadito estoy a esta joya….