Parece mentira pero el debut de los Arctic Monkeys cumple una década. Diez años después de esta brutal y sorprendente bofetada musical podemos decir sin miedo a equivocarnos que con este disco descubrimos a un genio, a un talentoso músico llamado Alex Turner que por entonces contaba solo con veinte añitos. Me parece de cenutrios y de mente estrecha no verlo así. Las dudas del hype, del no es para tanto, del ya veremos con los siguientes discos…, se han disipado. Alex Turner es increíblemente bueno, lo ha demostrado durante toda esta década ya sea con el grupo madre, con sus monetes del ártico, o con su amigo Miles Kane con quién formó ese interesantísimo dúo «The Last Shadow Puppets» que cuenta ya con un magnífico disco del 2008 «The age of the understatement» y que este año tiene preparado su segunda entrega, un «Bad Habits» que me parece que será de lo más excitante del año, o eso espero y deseo. Turner es increíblemente joven para los discos que tiene en su haber, para la calidad que estos atesoran. Turner sigue la estela de los grandes talentos del rock, y desde su Sheffield natal lleva una carrera para quitarse el sombrero. La carrera de los Arctic Monkeys es increíble, pocos resbalones por no decir ninguno, y tal vez sólo una pega, aquel «Humbug» del 2009 producido por el pelopanocha Josh Homme que influenció demasiado, en mi opinión, el estilo de la banda. El debut en 2006 «Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not» al que hoy queríamos dedicarle unas líneas es uno de los grandes discos de este milénio, uno de los grandes discos de debut de los últimos veinte años, pero por supuesto esto no se quedó aquí y ese dificilísimo segundo disco, el que te hace estar en uno u otro lado de la balanza volvió a demostrar que los «monetes» eran muy grandes. «Favourite Worst Nightmare» apareció sólo un año después del debut, ampliando la paleta de sonidos, dando más papel a la música que habían tenido antes pues las letras de Turner son unas de sus señas de identidad. Con «Humbug» en mi opinión dieron un pequeño bajón que recuperaron con «Suck it and see», dejándonos lo mejor para el final, pues sin duda «AM» del 2013 es una de sus grandes obras, sino la mejor, un disco increíble que sin renunciar a la modernidad sonaba a clásico instantáneo, a clásico como lo es «Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not», un discón en toda regla.
A los ingleses les gusta la épica, los mitos, los héroes donde mirarse, donde verse reflejados y sin duda la aparición de Arctic Monkeys y sobretodo la irrupción de Alex Turner como compositor, cantante y guitarrista vino a rellenar un hueco que se había quedado vacío. Su estilo y su rabia sea impostada o no, sus letras, su forma de escupir las palabras… su estética… su asombrosa juventud… le hacían merecedor de ser la nueva estrella emergente, pero claro, los ingleses igual te encumbran como te entierran, entre medio se toman un té y discuten del tiempo, pero cuando su equipo pierde se enojan y pueden hundir a cualquiera. Turner y los monetes siguen siendo mega favoritos de la prensa inglesa, siguen siendo los mimados pero tienen argumentos para ellos, ni más ni menos que cinco discos como cinco soles. «Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not» significó un soplo de aire fresco. Era puro estilo inglés canallesco y putero, hijo de los Clash y los Jam, de aquellos que veneran a los Kinks pero crecieron con el Britpop. Tomaron el testigo de The Libertines que se desinflaron por el ego descomunal de sus líderes y el consumo incontrolado de drogas y alcohol de Doherty, y rivalizaron con The Strokes durante un breve periodo de tiempo. Los Libertinos señalaron el camino que no se debía tomar y los Strokes que no se puede ser flor de un día, así pues los Monetes con la lección aprendida estaban listos para hacernos vibrar con su disco de debut que desde su estética canalla, con esa foto en blanco y negro de un blanquito inglés que parece haber trasnochado demasiado, cigarro en mano a punto de empalmar para ir al trabajo, nos prepara más de media docena de canciones que aún hoy nos hacen vibrar y sonreír. A este disco de titulo kilométrico le tengo un especial cariño, son incontables las veces que lo he escuchado, y las veces que me he arrancado a bailarlo con mis zapatos bailongos. Un disco esencial de la última década.
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