Críticas Libros

Bajo el titulo inspirado por la canción «Tonight The Streets Are Ours» de Richard Hawley y tras la imagen de portada de la Leadmill Road de Sheffield a cargo de Rosa Campos, el alicantino Juan J. Vicedo desgrana una historia de amor a tres bandas entre Jarvis Cocker, Richard Hawley y su amada ciudad.

La escritura de Juan J Vicedo se caracteriza por vertebrar sus historias a través de las canciones, situándolas en el centro neurálgico de la trama y no al contrario, las canciones mandan. En ‘Calles que fueron nuestras’ no cambia, pero si anteriormente había dedicado sus obras a artistas tan celebrados y de la talla de Dylan y Patti Smith, es ahora cuando arriesga con dos artistas que no han cambiado la historia de la música como aquellos, artistas que además ya no se encuentran iluminados por el foco de la tendencia actual, ni por el oportunismo del deceso, ni por la necesidad de promoción ante la edición de disco nuevo (es más el nuevo disco de Hawley quedó fuera). Por eso considero estas calles una historia especial, aparentemente pequeña pero que relata como pocas la resistencia del artísta por no perderse en la ignominia de la popularidad, la historia de gente corriente con el talento suficiente para contar grandes historias a través de sus canciones y su lucha para no perder de vista sus raíces.

Agradezco a Juan J. Vicedo que me haya facilitado la foto que encabeza esta reseña tomada frente a Record Collector en Fulwood Road durante su devota peregrinación a la fallida capital industrial que ya retratara la celebérrima película Full Monty, muy apropiada para apuntar que además de un relato apasionado realiza un gran trabajo de investigación sobre ambos artistas más allá de sus respectivos picos de popularidad, tanto por aspectos personales de sus vidas, infancia, juventud, como los inicios anteriores a His’n’Hers en el caso de Pulp, en el caso de Hawley desde sus Treebound Story hasta su despunte en solitario con Coles Corner, y hasta por «el después» de la fama en ambos casos.

Un recorrido minucioso que el autor complementa de manera magistral con interludios marcados en cursiva en los cuales aborda el momento vital de los propios artistas con una narrativa subjetiva y un componente lírico que sobresale del resto del texto y que conecta directamente con el lector haciéndolo partícipe de sus paseos por Sheffield, pausas emocionales que dan a este libro un toque más personal haciéndolo sobrepasar su carácter documental, y que bajo mi punto de vista lo hermana en cierta medida con otro de los favoritos de esta casa, el «Pasión no es palabra cualquiera» de Joserra.

Además si cabe destacar este libro por algo más, incluso atribuirle el adjetivo de «necesario» más allá de mi querencia y rendición total hacia estos dos artistas es porque acentúa lo que para mí se descuida bastante tanto en la música como en la literatura y prensa musical. Me refiero a la intención de la obra del artista a través de sus letras frente al simple análisis del estilo musical, se trata de la importancia de tener algo que decir además de hacerlo con talento, la capacidad de dichos artistas de situarse en el ahora para alcanzar una esencia más humana y universal. Por supuesto también hay anécdotas y situaciones que gustarán a los
devoradores más morbosos de literatura musical, sin embargo por suerte
el autor las sitúa al servicio de la música y de la historia principal
que no es otra que la música de Cocker y Hawley, y su relación con las
calles de Sheffield.

En el caso de Jarvis Cocker ha sido desde su aparición uno de los grandes cronistas de su generación, quizás la opción más sólida y lúcida del pop británico por encima de aquellas bandas más exitosas que luchaban por el podio del Britpop. Vicedo incluso los equipara a los Smiths que aparecieron en escena casi al mismo tiempo sólo que con menor fortuna, por lo expuesto por el autor incluso no me parece nada descabellado. Quien sabe si estaríamos hablando de Pulp en los mismo términos de grandeza si muchas de sus circunstancias no hubieran jugado en su contra, de ahí que piense que este libro era más que necesario para situar a Cocker en el lugar que le corresponde por derecho propio. Y no sólo por sus historias de gente corriente, sino también por saber situarse a su lado con más empatía que sentido crítico y sardónico a pesar de sus muchas desternillantes y ácidas historias con situaciones extrañas y escatológicas plagadas de sexo donde lo políticamente correcto está totalmente excluido. Porque Cocker, como Bowie en su momento salvando todas las distancias posibles, también representó esa otra gente corriente del club de los raros e incomprendidos y lo logró a ritmo de pop capaz de hacerte mover los pies.

Quien me conoce también sabe de mi gran debilidad por la música de Hawley, un artista que ha logrado hacer del romanticismo su lenguaje sin caer en las artimañas más manidas, música antigua que sitúa el gastado tema del amor en un plano que prescinde de rimbonbancias y dramatismos baratos, historias no menos épicas que también pueden pertenecer a esa common people de clase trabajadora que necesita meterse un whisky on the rocks al final en un duro día de trabajo. Así que verle protagonizar un libro me resulta realmente tan fantástico como poco probable si no hubiera sido como aquí lo presenta Juan J. Vicedo de la mano del más popular Jarvis Cocker y con la ciudad de Sheffield casi cosificada como tercera protagonista omnipresente además de hilo conductor. De Hawley es una de las frases del libro que se me han quedado grabadas y que definen muy bien la intención de estas calles – En el momento en que seas más importante que tu música estarás perdido, la música lo es todo, y si observas la realidad nunca te faltarán las ideas.

Este libro me ha hecho disfrutar como un niño, he devorado sus páginas como hacía tiempo que no hacía y a la postre ha conseguido que valorare aún más si cabe la obra de dos artistas que admiro y respeto y que a pesar de su no poca popularidad quizás no hayan sido valorados en su justa medida como aquí consigue el autor. Una delicia.

Por Chals Roig

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