50 aniversario del disco maldito de Link Wray
Se dice, se comenta, lo confirman las estadísticas. Por cada seguidor de los Rolling Stones que no ha escuchado este disco de Link Wray, hay un rockabilly en Memphis a quien le explota el cerebro.
Se dice, se comenta, lo confirman las estadísticas. Por cada seguidor de los Rolling Stones que no ha escuchado este disco de Link Wray, hay un rockabilly en Memphis a quien le explota el cerebro. Bromas aparte, lo de Link Wray es de recibo porque si existe un artista y un disco maldito en esto del rock es este disco de 1971. Y ya nos venía bien en este exilio musical no tener al artista entre algodones, a tal efecto me lanzo con unas palabras de pleitesía y homenaje.
Yo sé que cualquiera podrá justificar no sólo que en su momento pasara desapercibido, además en la actualidad pues a golpe de efeméride uno puede encontrarse con el aniversario en el que Stairway To Heaven sonó 24 horas seguidas en la radio, a medio siglo del momento en el que Major Tom nos deslumbró con sus plegarias desde Marte, o cincuenta años del momento en el que Marvin Gaye tocó el cielo con su misa sobre la libertad, y claro, preciso nombrar el cumpleaños de cuando sus Satánicas Majestades reinventaron otra vez como sacársela de la bragueta.
Obviedades aparte confieso que ahora con la comodidad que nos da el tiempo transcurrido ya podemos afirmarlo sin margen de error y además no es (o no debería ser) ningún secreto que el artista de Dunn es uno de los más influyentes en la historia del rock, pionero desde sus inicios e incesante innovador en esto del rock’n’roll no solo por su técnica, además por su inventiva, también muy poco reconocido mientras vivió, hasta 2005 que nos dejó en la gélida Copenhague.
El «eslabón perdido» de la guitarra en el rock, el fuerte lazo entre los primeros guitarristas de blues y los dioses de la guitarra posteriores de la década de 1960 (Hendrix, Clapton, Page). Él es padre de la distorsión y el fuzz, el creador del power chord y el padrino del metal.
Cary O’Dell en la Library of Congress
Aunque de todo lo que podáis leer en este vasto estercolero que es internet, las palabras de Cary O’Dell en la Librería del Congreso defininen y sintetizan como pocas lo que Link Wray significa (Dejo el enlace al pdf en cuestión porque como suele decirse «el saber no ocupa lugar»: https://www.loc.gov/static/programs/national-recording-preservation-board/documents/RUMBLE-FINAL.pdf)
En efecto, después de tres párrafos aún me estoy deshaciendo en halagos, que todo sea dicho nunca van a sobrar en favor de Link Wray. Pero más allá de su famosa instrumental Rumble y muchos años después de su último gran éxito, la también grande Jack The Ripper, es preciso apuntar que el guitarrista tiene una trayectoria impecable con momentos más conocidos que otros, eso si, siempre con una calidad más allá de toda duda.
Entre sus diversas etapas, una de mis favoritas es la que le redescubrió junto a Robert Gordon a una nueva generación ocasionando una avalancha de revival rockabilly que ni el punk de finales de los 70 pudo callar. La otra y menos popular aunque mi favorita, trata el periodo en el cuál fue editado este disco de 1971 y que fue documentado con el muy buen recopilatorio titulado 3-Track Shack que Ace Records tuvo a bien reeditar, recopilación ya no muy fácil de conseguir, aunque peor lo váis a tener si a estas alturas del descalabre intentáis conseguir la portada que luce aquí arriba porque vale su peso en oro.
Este disco poco tiene que ver con todo lo que Wray hizo hasta ese momento, y no solo define y se adapta a lo que en aquellos tiempos se mascaba en el ambiente, ya sabéis, Laurel Canyon, el country-rock…etc, Además me resulta un precedente de tapado del celebérrimo Exile On Main Street de los Rolling Stones por el aroma libre y despreocupado que desprende.
Aunque en una versión más familiar pues además de relatar el tiempo que vivió en su granja de Maryland, ambiente que se filtra a lo largo del disco, intervienen sus hermanos y hasta aparece con su madre en la contraportada, genio y figura.
Es quizás por su manera de sintetizar en un todo los estilos de los que se nutría todo el tinglado, hablamos de blues y country, del sur y de New Orleans, un giro inesperado que aunque de nuevo demostraba que Link Wray fue un artista en constante movimiento y siempre con el talento de su lado, no fue muy bien acogido en su momento y tampoco muy recordado en nuestros días.
Y eso que no es un disco que a estas alturas y para quienes amamos estos caminos musicales resulte difícil a la escucha. Desde la inicial La Le Da ya te atrapa y te deja cartón piedra si es que nunca oiste la voz del genio de la guitarra, porque oigan, mola mucho y demuestra que no sólo el sr.Jagger supo apropiarse de esa manera de cantar tan anárquica y visceral, eso por no hablar de unos coros de querencia gospel deliciosos.
El tono de esta colección de canciones es acústico, rural y crepuscular, piano, slides y coros gospel soportan el peso de este disco de su tiempo, entre lo cósmico y lo mundano, un tesoro de la música de los 70 y por ende de la música moderna en general.
Si señores. No tiene desperdicio y cojas de donde cojas. La plegaria country-blues de Take Me Home Jesus, la fabulosa Juke Box Mama con el piano ocupando ahora un lugar privilegiado en estas composiciones, el juego de voces, el r&b que se apodera de nuestro hombre. La guitarra ahí está y ojo, que aunque en segundo plano su enjundia tiene.
De ahí a la canción Rise and Fall Of Jimmy Stokes y ahora a ver quién contradice al sr.O’Dell cuando nombra a Jimi Hendrix, si, mejor ni se te ocurra. Favorita entre favoritas es una deliciosa Fallin’ Rain que nos cuenta como ocurre en el mundo de la música que a veces ya puedes hacer el pino-puente que puede pasarte como a Gene Clark o como aquí a Wray, primo hermano en estos senderos del ostracismo en el mundillo musical.
El piano, pero también la slide juega su papel cuando se introduce por las carreteras rurales y perdidas de la música americana con tonadas como Fire and Frimstone y la crepuscular Ice People que ya valen por muchos discos de jóvenes que en la época se forraron a base de vilipendiar la tradicón americana. El rock está presente, como no, en una God Out West que sin salirse del espíritu del disco podría pasar como una canción seminal del power-pop, claro que sí!
En la recta final asoman esas otras tonadas que con el tiempo ganan peso, la clase de la eléctrica en el blues Crowbar, la mandolina en la balada soul Black River Swamp y una Tail Dragger escrita por Willie Dixon y que da testimonio de quien en otro tiempo cautivó con su twang, su distorsión y sus melodías que miraban sin miedo al lado más outsider de la vida.
El tono de esta colección de canciones es acústico, rural y crepuscular, piano, slides y coros gospel soportan el peso de este disco de su tiempo, entre lo cósmico y lo mundano, un tesoro de la música de los 70 y por ende de la música moderna en general que viene a contarnos cincuenta años después que más allá de su mítico y citado hasta la saciedad Rumble, Link Wray fue un magnífico compositor de canciones y un innovador en constante movimiento, otra cosa es que nadie se percatara en su momento, pero claro, hoy estás de suerte si es que tú eras de los que aún no habías escuchado este disco. Que aproveche.
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Gran e ilustradora reseña. Felicidades y gracias
Es un disco poco conocido, todo neófito que lo escucha se sorprende al saber que es el mismo crack que hizo el celebérrimo Rumble. Gracias por tu comentario. Saludos y abrazos.
Muy interesante ! (en mayo del 23)
Pensaba que ya estaba todo dicho, tocado y cantado
después del entierro de Jeff Beck en la funeraria de EC.
Bien podían haber versionado «Rumble», -Beck lo hacía,
solo había que ensayar un poquito y echarle valor.
La nota recuerda también a R. Gordon, y recuerdo a Speeding, Chris, no ?
Wray cantando recuerda más a Morrison, el The Doors nó, el otro el Van.
Muchas Gracias. Ain’t that lovin’ you babe !