Discos Críticas

Reseña y crítica de Hotel Valmont, el nuevo trabajo discográfico homónimo de los madrileños.

…han incrementado la melancolía evocadora, gracias a una intensa y apasionada rabia rocanrolera que está muy determinada por el poderío vocal y lírico de su cantante y compositor…

Un buen disco de rock ‘n’ roll no necesita mucho más que corazón, alma y actitud. Algo así escribía un servidor, hace más de una década, para explicar todo el sentimiento, el espíritu y el talante que contenía «Señales», el álbum que publicaron Hotel Valmont en 2011, un disco que me pareció el mejor en lengua castellana de aquella añada y que, con la excepción de algunos escasos medios musicales —que pudieron contarse con los dedos de una mano— y de una minoritaria élite de selectos lectores de los mismos o de privilegiados fans de este grupo, pasó prácticamente desapercibido y sepultado entre toneladas de morralla musical.  

Tras aquel debut llegaría el EP «Doble trampa» (2012), el «Directo en rock & pop» (2014) —del que por cierto ahora se incluye la versión en estudio del sensual y tórrido misil rocanrolero «Los santos»—, el proyecto paralelo en solitario de su vocalista con versiones españolas (2015), y el EP «El largo viaje» (2018), motivos todos ellos suficientes para asentar aquella inicial opinión del debut de una banda formada por Manuel L. Sacristán (voz y guitarra), Beto (guitarra solista y coros), Roberto Cencerrado (bajo y coros) y J.G. Rodriguez (batería y coros).

Ahora, comprobando el exiguo eco mediático hasta el momento y, sobre todo, escuchando el material incluido en este sobresaliente álbum homónimo que publicaron el pasado 6 de mayo del año en curso, tiene todos los ingredientes para que se pueda repetir la misma historia del anterior primer párrafo. O quizás no.

Reseña y crítica de Hotel Valmont, el nuevo trabajo discográfico homónimo de los madrileños.

Desde la primera audición recorre una sensación tan gratificante como esperanzadora. En líneas generales, podría afirmarse que los madrileños han incrementado la melancolía evocadora, gracias a una intensa y apasionada rabia rocanrolera que está muy determinada por el poderío vocal y lírico de su cantante y compositor, cumpliendo en cierta medida con los parámetros que acabaron encumbrando como banda de culto a los granadinos 091, y lindando con otras bandas de tradición hispana como La Frontera. 

Y es que en este resurgir como ave fénix de Hotel Valmont, los suficientes hallaremos la salvación desde «La mentira», recuperando la nostalgia del pasado en los bares, otrora lugares ideales donde discurrían encuentros amorosos en noches sin fin y ahora ideales para brindar por los ausentes. 

El desamor, el transcurso existencial, el anhelo de los buenos momentos se concentran en «Oxidado», entre rock clásico, de carretera y de sueños americanos, en una fusión que sirve de anestesia para evadirnos de preocupaciones, angustias y desesperanzas. Ahonda en ese sentido la invernal «Territorio perdido», portentoso tema para fracasados, afligidos y perdedores que recogen los restos que se han esparcido a lo largo de la vida, dentro de la que seguramente sea la cantinela que más absorbe la grandeza de aquellas mentadas «Señales».

Hotel Valmont.

A tenor de su letra, no parece una ironía afirmar que «Robot» tiene el tono heroico y misterioso del hard-rock británico de principios de los setenta, incluido a nivel instrumental una especie de homenaje al legendario crescendo guitarrero de Jimmy Page que sirvió para escalar al cielo o a algún lugar del espacio cósmico como método ideal de supervivencia. 

Las drogas y las perdidas de sueños tras el viaje de una muchacha que va de las cloacas terrenales al infierno se dan cita en «Dos rombos», un tema cuya intensidad es el que más me trae a la memoria algunos himnos de los Cero, con la épica guitarrera característica y El Pitos dando rienda suelta a las composiciones de Lapido. 

La enésima derrota, los desengaños, las heridas que no curan, los negros pensamientos y la ira hacen acto de presencia en «Miserables». Por su parte, la carta de «Marrakech» es un ejercicio de sinceridad, pero también de añoranza, acaso de preguntas al vacío o de una necesidad de despedida.

Por supuesto «Los muertos vivientes» es la canción ideal para haber sido escogida como primer single promocional, debido a lo contagiosa, adictiva y pegadiza que es, y a pesar de que en ella convive la soledad, el horror… 

Todo luminosidad y amor son las «Amapolas», entre aliviantes fragancias que podrían recordar a Don Antonio Vega,  tal y como sucedió del mismo modo hace ya más de diez años con las inolvidables «Radiografía de un fracaso» o «Bajo el manto de fuego».

Por citar algunas referencias musicales internacionales, no faltan ecos de Steve Earle, Led Zeppelin, Tom Petty, John Mellencamp, Screaming Trees, The Cult… Para gustos colores o para gustos no hay nada escrito, como dicen en nuestro refranero, pero esto es un lujo auditivo. A partir de los focos de la portada resulta un contenido deslumbrante y ajeno a los circuitos comerciales. Para el que suscribe va a ser francamente difícil hallar un disco que lo supere en la lengua de Lorca o Valle-Inclán cuando expire este 2022. Iremos viendo (y oyendo).  


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