Reseña y crítica sobre Doug Tuttle y su álbum ‘Keeping Alive’
… sobre la rapidez en que discurre el tiempo, la fugacidad existencial y donde se concentran los aspectos agridulces, oníricos, bucólicos y cósmicos que encarnan su sugestiva e inmaculada pócima de folk psicodélico y jangle pop…
A la vista, y sobre todo al oído, de la más reciente publicación del talentoso compositor de Somerville, en el estado de Massachusets, lo primero que me viene a la cabeza es pensar en el repóquer de ases que ha completado tras “Doug Tuttle” (2014), “It Calls on Me” (2016), “Peace Potato” (2017) y “Dream Road” (2019), de los que sería francamente difícil elegir un álbum que destaque respecto a los restantes.
Y es que una de las grandes virtudes del que fuera miembro de la banda de neopsicodelia Mmoss es su brillante y precisa regularidad compositiva, cosa que ha vuelto a corroborar una vez más en “Keeping Alive”.
En estos últimos cuatro años, pandemia incluida, y desde aquel “camino de ensueño” que tanto nos encantó a los suficientes, Doug Tuttle no ha dejado de componer ni de publicar exquisiteces, cinco de las cuales se incluyeron durante el verano de 2021 en el idílico “Pinecone”.
A partir de ese mentado EP fueron llegando piezas que, con su varita mágica, han formado parte de un álbum que, podríamos decir en líneas generales, representa la perseverancia y la confianza en uno mismo a la hora de desarrollar su inquietud musical.
De septiembre de 2021 datan las que fueron los dos primeros fascinantes anticipos: “Planting Weeds” y “Parting Gifts”. Y justamente un mes después, “For Tomorrow” enarbolaba esa vertiente más dulce, sutil y sedosa que también le caracteriza.
Pero realmente fue a partir de abril de 2022 cuando los suficientes comenzamos a sospechar que se avecinaba nuevo álbum, debido a la edición digital de tres baladas como “Ratchet”, “Enough Enough” o “While Keeping Alive”, esta última la que da título al álbum y en la que divaga sobre la rapidez en que discurre el tiempo, la fugacidad existencial y donde se concentran los aspectos agridulces, oníricos, bucólicos y cósmicos que encarnan su sugestiva e inmaculada pócima de folk psicodélico y jangle pop, cuyas guitarras se cuelan hasta la médula e incluso permiten considerarlo como digno heredero de Gene Clark o George Harrison.
Con la llegada del año en curso ha sido cuando ha explotado otra manera de lanzar sus novedades compositivas. Tres delicias como “A-Lo Urras”, “Something in the Sky” y “Mutineers” han venido acompañadas de formas de expresión basadas en el uso de la tecnología del vídeo, con imágenes en movimiento de los llamados videoartes que muestran otra cara de su peculiar e ingeniosa faceta artística.
Con todo, podríamos decir que, tras esa dosificación de canciones, la única novedad real del álbum es “Giving Up”, donde en poco más de un minuto consuma su estilismo, su luminosidad y su poder hipnótico.
Sí, Doug Tuttle lo ha vuelto a hacer, me continúa pareciendo uno de los grandes genios ocultos y malditos de los últimos tiempos.
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