Johnny Thunders - So Alone

Especiales Críticas Discos

Empiezo mi colaboración el en Exile hablando del inefable Johnny Thunders.

El veneno es tan fulminante hoy como lo era en el suburbial 1978, y el eclecticismo sigue asombrando en estos días de clonaciones sónicas…

Llevo unos días dando vueltas a un tema que al menos para mi, tiene, o puede tener, cierta significación: ¿De qué debería tratar mi primera reseña en el Exile?, ¿Debería ser sobre un disco, o me decanto por alguna de mis plúmbeas peroratas?. La segunda opción la deseché rápidamente, para los que se quieran aburrir ya está mi casa.

Considerar la primera tampoco me parecía un tema de fácil resolución, tal vez para alguien normal, la cuestión no tendría mayor complicación, pero Addi es complicado, y (como alguno igual sabe), paranoico.   Así que determinar el disco sobre el que debutar en una casa habitada desde tiempo ha, por tan ilustres huéspedes, se me antoja como un tema delicado, y no quisiera caer en lo mediocre, así, ¡a la primera de cambio!.

Pero tampoco sucumbir a lo tópico o facilón, repetir lo mil veces comentado por otros tantos, no parece una opción demasiado venturosa como inicio de esta aventura. Demasiadas certidumbres pensarán los más coherentes, y desde luego llevarán razón, pero como indicaba antes, Addi no es un tipo que brille por el equilibrio, ni que ejerza férreo control de sus neurosis.

Así que lo más indicado parecía recordar algún artefacto, rockero y macarra (que es lo que al fin y a la postre más empasta con la personalidad del interfecto) que haya firmado algún bohemio, neurótico y maldito trovador del glorioso pasado del rock.

Me deshago de los primeros instintos que atacan mi epidermis y me concentro en la nómina de perdedores bohemios y poetas del ruido y del arte de despeñarse. Ángeles caídos que hicieron de su vida triste y gloriosa, sórdido evangelio para que los que nos apuntamos a esa religión que es el malditismo rockero, podamos rendir peregrinación de tugurio en tugurio, orando por la salvación de sus legados y escarificando en el aire sus riffs y estribillos.

Johnny Thunders
Johnny Thunders

Tras considerar alguno de los más inquietantes espectros del rock más cáustico y condenado, termino decidiéndome por el siempre amado y adorado Johnny Thunders y, cómo no, su debut en solitario. No deja de resultar curioso que el título que Johnny eligió para este primer disco fuese «So alone».

No se puede decir que la grabación de aquél disco fuese un ejercicio marcado por la soledad, pues por los estudios pasaron no pocos invitados, y además de postín: Steve Jones, Peter Perrett, Steve Marriott, Phil Lynott, Chrissie Hynde, John ‘Irish’ Earle o los Heartbreakers: Walter Lure y Billy Rath entre otros.

Produjo el elepé el propio Johnny Thunders junto a Steve Lillywhite, Ira Roberts y Joe McEwan, es por ello que lo de la soledad se queda para la portada, donde aparece un Johnny Thunders despatarrado en una silla en completa soledad.
El contenido, perfectamente conocido por todos (o casi), es un compendio de rock, glam, punk, surf o soul por citar algunas substancias utilizadas para fabricar esta bomba musical. Conviven en perfecta armonía el terciopelo y la lija, lo épico y lo lírico, lo de siempre y lo que nunca fue vanguardia pero que jamás dejará de estar de moda, de sonar a nuevo.

El veneno es tan fulminante hoy como lo era en el suburbial 1978, y el eclecticismo sigue asombrando en estos días de clonaciones sónicas; como lo hicieron otros discos de aquella añada que sucumbía a lo luminoso y lo oscuro, a lo glotón y lo cadavérico por igual.

Desde el trompeteante y desquiciado instrumental, versión del viejo surf de The Chantays titulado: «Pipeline», hasta el reptante blues de vodevil «Downtown», todo lo que desfila por los surcos de «So alone» es una recreación de la efímera substancia que acompaña al poeta del underground en cualquiera de sus expresiones, una declaración de vida e intenciones que cuenta con himnos como «You can’t put your arms around a memory», de desazonada tristeza y nostálgica hasta el pecado, la festiva versión del clásico de las Sangri-Las«Great big kiss» que ya pasase por los tacones de sus New York Dolls, la controvertida y sufriente «Ask me no questions», o la descarga eléctrica que supone un pildorazo como «Leave me alone».

Junto a Steve Marriott versiona el clásico de Otis Blackwell,«Dady Rolling stone», más sonidos contaminados de electricidad y punk en «London boys». Llegan mis dos cortes favoritos del disco con la exquisita «(She’s so) untouchable» con el ardiente saxo de John ‘Irish’ Earle, para terminar con esa obra maestra que rescata del debut de las muñecas neoyorquinas titulado «Subway train».

Mi primera aportación al Exile tenía que ser de enjundia (dentro de las posibilidades que un servidor puede garantizar, claro) y creo que con el recordatorio de este disco, en parte, cumplimos. Un disco que define a aquellos que lo aman más allá de por la calidad artística que atesora, por lo que transpira, lo que inyecta de actitud, fatalidad, pasión y gloria.

Es para mi un privilegio formar parte de esta bitácora, espero no defraudar y sobre todo seguir aprendiendo con los amigos que en su día fundaron este lugar ya imprescindible.
Gracias a todos ellos.

 

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3 comentarios

  1. Me encanta este disco. Sin duda el mejor de Johnny Thunders. Parece mentira que un personaje tan físicamente machacada [como se aprecia perfectamente en la portada] pariese un pedazo de disco como este. 10/10.

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