

Llevo unos días dando vueltas a un tema que al menos para mi, tiene, o puede tener, cierta significación: ¿De qué debería tratar mi primera reseña en el Exile?, ¿Debería ser sobre un disco, o me decanto por alguna de mis plúmbeas peroratas?.

Produjo el elepé el propio Johnny Thunders junto a Steve Lillywhite, Ira Roberts y Joe McEwan, es por ello que lo de la soledad se queda para la portada, donde aparece un Johnny Thunders despatarrado en una silla en completa soledad.
El contenido, perfectamente conocido por todos (o casi), es un compendio de rock, glam, punk, surf o soul por citar algunas substancias utilizadas para fabricar esta bomba musical. Conviven en perfecta armonía el terciopelo y la lija, lo épico y lo lírico, lo de siempre y lo que nunca fue vanguardia pero que jamás dejará de estar de moda, de sonar a nuevo. El veneno es tan fulminante hoy como lo era en el suburbial 1978, y el eclecticismo sigue asombrando en estos días de clonaciones sónicas; como lo hicieron otros discos de aquella añada que sucumbía a lo luminoso y lo oscuro, a lo glotón y lo cadavérico por igual.
Desde el trompeteante y desquiciado instrumental, versión del viejo surf de The Chantays titulado: «Pipeline», hasta el reptante blues de vodevil «Downtown», todo lo que desfila por los surcos de «So alone» es una recreación de la efímera substancia que acompaña al poeta del underground en cualquiera de sus expresiones, una declaración de vida e intenciones que cuenta con himnos como «You can’t put your arms around a memory», de desazonada tristeza y nostálgica hasta el pecado, la festiva versión del clásico de las Sangri-Las «Great big kiss» que ya pasase por los tacones de sus New York Dolls, la controvertida y sufriente «Ask me no questions», o la descarga eléctrica que supone un pildorazo como «Leave me alone». Junto a Steve Marriott versiona el clásico de Otis Blackwell, «Dady Rolling stone», más sonidos contaminados de electricidad y punk en «London boys». Llegan mis dos cortes favoritos del disco con la exquisita «(She’s so) untouchable» con el ardiente saxo de John ‘Irish’ Earle, para terminar con esa obra maestra que rescata del debut de las muñecas neoyorquinas titulado «Subway train».
Mi primera aportación al Exile tenía que ser de enjundia (dentro de las posibilidades que un servidor puede garantizar, claro) y creo que con el recordatorio de este disco, en parte, cumplimos. Un disco que define a aquellos que lo aman más allá de por la calidad artística que atesora, por lo que transpira, lo que inyecta de actitud, fatalidad, pasión y gloria.
Es para mi un privilegio formar parte de esta bitácora, espero no defraudar y sobre todo seguir aprendiendo con los amigos que en su día fundaron este lugar ya imprescindible.
Gracias a todos ellos.
Por Jorge García
Etiquetas: 1978 70's Johnny Thunders Jorge García LPs
Excelente elección, Addi. No desentonas en el Exile, no, tus aportaciones lo harán mejor.
Abrazos.
Gracias Gonzalo, iremos viendo jeje.
Abrazos.