Discos Críticas

Reseña y crítica de ‘The Past Is Still Alive’, álbum de Hurray for the Riff Raff.

… inspirado en crudas experiencias personales o de seres humanos cercanos a ella, estamos ante una prueba de sensibilidad, sinceridad y resistencia desmesurada…

Desde que Alynda Segarra consiguió llevarme al huerto con la anterior publicación Life on Earth de su proyecto sonoro Hurray for the Riff Raff, me mantengo en la opinión, subjetiva y sin ánimo de ser compartida, que esta chavala juega en otra liga, como Waxahatchee, en otra división superior a la media musical, y acaso ese sea el motivo por el que, lamentablemente, nadie las traiga a nuestros garitos en una extensa gira por diversas ciudades de España donde comprobar, in situ, cómo suenan sus deliciosas canciones en vivo y en directo. Sirva lo dicho para ver si alguna promotora o alguna alma caritativa coge el guante.

Tras el mencionado y milagroso trabajo discográfico de la puertorriqueña que creció en el Bronx, que reside en New Orleans, y a la que frecuentemente se le asocia con una juventud turbulenta, con ser exconvicta y firme defensora del colectivo queer, y al que ella misma definió aquel álbum como “nature punk” en ese afán renovador, activista y ecléctico que le caracteriza, nos llegaron tres golosinas de avanzadillas que permitieron pensar que seguía creciendo como compositora de mucho talento y, casi con toda seguridad, que se avecinaba un álbum importante, de casta y altura.

Y es que era difícil, muy difícil, no quedarse prendado de “Alibi”, melodía inmensa, tan dura como sensible, con las marcas existenciales, el tiempo, el destino, el dolor, las enfermedades y las adicciones en su contenido, escogida además de primer single como pistoletazo de salida en este “The Past Is Still Alive”.

Después llegaron a la par “Snake Plant” y “Colossus of Roads”, de esas canciones que me gusta decir que son para oir y para escuchar.

La primera de ambas me parece portentosa, pura supervivencia, droga dura, pero también entrañable, tonificante y angelical, seguramente autobiográfica, transitando entre el pasado y el presente y, de manera camuflada, la que alumbra el título del disco.

Y la segunda, tan nocturna como turbia, tan valiente como sensual por la forma y por el fondo, de esas canciones no aptas para todas las mentalidades, de las que no se han compuesto para hacer amigos. Y es que no creo que existan muchas o muchos artistas en el pasado o en la actualidad que pidan la disolución de los Estados Unidos de una manera tan original y tan lírica.

Ya con la publicación oficial del álbum que nos ocupa, se lanzó promocionalmente “Hawkmoon”, temazo de tomo y lomo, contagioso y, al mismo tiempo, extraordinariamente inteligente y reivindicativo, con la violencia hacia el colectivo trans de telón de fondo. Si hubiera justicia musical en este mundo debería convertirse en un himno, tanto de la comunidad LGTBI como de todos los que reivindicamos los derechos humanos de los colectivos más vulnerables.

Del resto, “Buffalo” es melódicamente soberbia, folk independiente de garra, temperamento e imaginación, con representaciones simbólicas de animales que corren libres y salvajes, entre metáforas sobre una relación personal y sobre la lucha por la supervivencia del amor. Con connotaciones similares es “Vetiver”, otro auténtico prodigio melódico sobre un corazón roto con la Madre Naturaleza, los libros y los poemas como mejores reconstituyentes, y con la guitarra eléctrica acompañante de Meg Duffy que se cuela hasta en el tuétano.

La segunda parte del álbum se inicia con los estigmas del pasado en “Hourglass”, balada existencialista que tiene incrementada la intensidad por ese arreglo de violín a cargo de Liddy Rondenburgh, y con las desgarradoras “Dynamo” y “The World Is Dangerous”, una con la compañía vocal de mi muy adorada S.G.Goodman, de la que sigo atrapado por su Teeth Marksde 2022, y otra, grandísima declaración de amor, junto a Conor Oberst.

hurray for the riff raff the past is still alive

Como colofón “Ogallala”, pura épica, inmaculada huella americana en Nebraska, para ver el mundo arder y caminar hacia una ciudad olvidada, y “Kiko forever”, grabación telefónica de unas frases de su padre, recientemente fallecido de forma repentina y que permiten comprender el alcance sentimental de esta obra maestra.

Pues eso, seguramente muchos puristas del country-rock continúen sin entenderla, cosa que todavía me satisface más. Inspirado en crudas experiencias personales o de seres humanos cercanos a ella, estamos ante una prueba de sensibilidad, sinceridad y resistencia desmesurada. Se dice pronto, pero eso es mucho, demasiado teniendo en cuenta la forma y el sentido conceptual en que todo está tratado. Grandeza Alynda!!!


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