La garantía de calidad: Gillian Welch y Dave Rawlings, grandes. |
Su proximidad a las listas de éxitos volvió a traer a primera línea a la música más tradicional de raíces americanas que ya contaba con notables valores como quienes le acompañan, Welch y Rawlings. Pero esa pose de niño malo, ese aspecto grunge-country hacia más atractiva su propuesta, un reclamo que le valió una legión de fans quinceañeras con las bragas listas para mojar.
Aun así no deja de ser un disco perfectamente disfrutable desde el primero hasta el último minuto, y a pesar de no ser el pionero en estas lides de balada acústico-intimistas, en absoluto…, puede considerarse un «Blood On The Tracks» adolescente que además creó escuela en los jóvenes que durante la siguiente década llenaron las discográficas de nuevos singer-songwritters con el corazón en pedazos, más descabellado fueron algunos periodistas que en vez de «nuevo Dylan», empezaron con la denominación «nuevo Ryan Adams», aún sucede.
La cuarta pata de la mesa: Ethan Johns, el hijo de Glyn, herencia familiar. |
Lo primero que asoma en el disco es una conversación jocosa con Rawlings discutiendo sobre qué LP de Morrisey contiene la canción Suedehead, si Bona Drag o Viva Hate, Adams bromea con acento inglés, se descojona, da paso así a «To Be Young», un cruce honky-tonk con rockabilly, ese ritmo trotón y la guitarra limpia y clara me recuerda a los primeros Stones y al «Bring it all back home» de Dylan. En esa línea «Exile» con rockabilly se encuentra también «Shakedown on 9th Street» con Gillian en el papel de Lucy. Dos canciones que en lo musical marcan la diferencia con el resto. «My Winding Wheel» tiene ese toque folk-rock que tanto ha exprimido y que tan bien le sale. Por este tipo de tonadas se ha llevado más de una vez el galardón al ‘nuevo Dylan’.
Pero no todo es influencia Dylan, canciones como «Amy» tienen un toque Beatle delicioso, ese dulzor especial tan familiar de las baladas Lennon / McCartney de su etapa post «She Loves You». Apuntar que Amy es el nombre real de la chica gracias a la cuál disfrutamos hoy de este disco. Y oh! «Oh My Sweet Carolina», uno de los puntos álgidos con Emmylou Harris, Ryan Adams no es Gram Parsons, pero ni falta que le hace, su interpretación es sincera y que decir de la intervención de la Harris, buf, hace subir los enteros como la espuma, ésto es auténtica morriña, perfecta melancolía de sus raíces ¿quien no quisiera ser de Carolina con canciones como ésta?.
Y la evidente influencia del folk de los Apalaches que le aporta Gillian Welch en «Bartering Lines», fenomenal, Ryan Adams no ha vuelto a rozar tal perfección folky en su carrera posterior. «Call me On Your Way Back Home», es brillante, es dulce y es triste a partes iguales, bendita tristeza la de esta balada para hacerle más difícil a Amy la marcha, Ryan se arrastra con clase, se resiste a dejarla ir, pero ni esa armónica la hace cambiar de opinión, ya no volverá. «Damn, Sam (I Love a Woman that rains)», de nuevo la sombra de Dylan en la caída de los versos. Éste tema tiene chicha, sarcasmo sospecho, supongo que entendió hasta que punto su ex ejercía algún tipo de control ‘maldita sea, Sam, estoy enmorado de una chica que llueve’, cachondo el tío.
Y continúo con «Come Pick me Up», esa harmónica te corta en dos, y fijaros en la utilización tan poco country del banjo (y copiado hasta la saciedad), es capaz de transformar un mala experiencia en algo realmente poético, ‘desearía que lo hicieras, ven a recogerme, sácame por ahí, fóllame, roba mis discos, tírate a todos mis amigos que son todos unos mierdas con una sonrisa en la cara, y hazlo de nuevo’ bueno, bueno… la chica es de armas tomar, ha dejado al chaval echo un trapo. «To Be the One» y «Why Do They Leave», la botella de whisky vacía, el recuerdo mata, las pastillas lo aplacan momentaneamente, pero no es suficiente, esto anda mal. «Don’t Ask for the Water», versada de vuelta y vuelta de los que clava Lucinda, como ella, sabe sacarle partido a los acordes y no dejarlos escapar con ese riff de armónica final cogida directamente de Nebraska.
Si alguien aún duda del valor lírico de sus letras que se repase «In My Time of Need», esta canción me mata, guitarra y voz, el buen hacer de Welch en la segunda voz y el banjo, no hace falta más, el muy cabrón es un intérprete como la copa de un pino, sabe como encarar el tono y timbre para meterte en la historia, hasta Joan Baez ha cantado una versión en sus conciertos no me extraña, como en Bartering Lines, personajes al límite de sus posibilidades, el consuelo es importante. Llega el momento de la cura, pero con algo más que sustancias legales, el final del disco y el principio de lo que vendrá después, en «Sweet Lil Gal» haciendo de Lennon, piano y voz, observa desde el Chelsea Hotel la esquina de la veintetrés con la primera, ¿espera a su dealer? es su I’m waitng for my man, a la espera de probar otra sustancia que le haga olvidar, o quizas una prostituta que le acompañe un rato, empieza el desecenso a los bajos fondos y empieza el olvido.
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Aunque al año siguiente triunfó con "Gold" y de qué manera (qué disco!), este sigue siendo mi favorito de Ryan. Una maravilla que nunca caduca. Gran post que le hace justicia al disco.
Enorme disco si señor, aunque yo soy más del Gold que fue el disco con el que le descubrí, pero al poco me hice con esta joya total. Buen post amigo Chals.
Abrazos truferos.
Yo tambien soy mas de Gold! Aunqye este es un señor disco!
A+